martes, 25 de abril de 2017

USS Spirit 1

Sector Neshig

            Hacia tres horas que estaba sentado en la cabina de su caza en medio de la nada espacial. Otros pilotos tendrían los brazos y piernas agarrotados por las horas transcurridas, inmóviles en la misma posición más las horas que había durando la travesía desde la base. Por suerte Naranja Cuatro tenía una resistencia natural que le permitía aquello y mucho más. Y para que aquel tiempo no fuera inútil estaba realizando un pequeño ejercicio mental que había aprendido de pequeño: realizaba una y otra vez cálculos algebraicos fractales. Siempre había sido un genio para las matemáticas y a lo largo de su vida estas le había resuelto muchos problemas, tenía que admitirlo.
            El zumbido de su unidad R2-D4 le despertó de su abstracción, al tiempo que la cabina del caza de Incom cobraba vida. Era una nueva unidad astrométrica algo nerviosa, pensó Naranja Cuatro, tendría que modificar su programación. Segundos después varios cargueros aparecieron del hiperespacio justo frente la posición donde se encontraban los cazas rebeldes.
            – ¡Aquí jefe naranja pongan sus alas en posición de ataque!
            Accionó los controles de la cabina con calma y precisión, el ruido hidráulico le indicó que las alas en forma de aspa estaban abriéndose adecuadamente.
            – ¡Naranja Cinco y Seis, diríjanse al último de los cargueros! – siguió dando órdenes el líder del escuadrón a sus pilotos –. ¡Siete y Cuatro encárguense del primero! ¡Dos y Tres manténganse en posición de espera! ¡Ocho, sígame!
            Los potentes motores aceleraron, haciendo saltar las pequeñas naves de las posiciones donde habían estado esperando, dirigiéndose hacia sus objetivos. Los porta contenedores imperiales de clase 4 empezaron a realizar maniobras evasivas, mientras sus computadores realizaban frenéticos cálculos para saltar de nuevo al hiperespacio y escapar de la trampa. Pero los Ala-X eran más rápidos y en unos segundos se encontraron al alcance de sus armas. Las órdenes eran claras: evitar que huyeran disparando delante de los puentes de mando y detenerlos para que los equipos de asalto los abordaran y apoderarse de ellos y su carga. No estaban lejos de una importante base imperial, por tanto la escaramuza debía ser rápida para escapar de sus posibles perseguidores.
            Todo marchaba como estaba previsto cuando de repente los sensores detectaron la aparición de otra nave surgiendo del hiperespacio. Al comprobar los controles vio claramente el perfil de uno de los viejos destructores republicanos que se había situado detrás de su posición. Activó los retropropulsores y viró en redondo para ver claramente como Naranja Dos y Tres caían bajo el fuego enemigo cogidos completamente desprevenidos. El Venator avanzaba hacia el convoy, dejando tras de sí a los dos cazas inutilizados por sus armas iónicas.
            El resto había dado la vuelta y los Ala-X Cinco y Seis fueron los siguientes en enfrentarse al enemigo. Aquella nave era una reliquia del final de las Guerras Clon, aun así muchos de ellos habían sido modificados a lo largo de los años y estaban bien armados, pero lentos y poco maniobrables en comparación con los hábiles pilotos rebeldes. Pero la veterana nave era una presa demasiado grande para dos solitarios cazas y Seis cayó bajo el fuego de sus cañones láser, dañando a Naranja Cinco, que abandonó el ataque.
            – ¡Aquí líder Naranja a todos los cazas: retirada! ¡Repito, retirada!
            Naranja Ocho dudó, pero era el más joven de todos, el resto se abrieron en abanico alejándose de la nave imperial que ya empezaba a soltar los cazas TIE para saltar al hiperespacio.
            La última mirada de Naranja Cuatro antes de alejarse de la zona fue a los sensores, que indicaban la inerte posición de Naranja Tres.


Puesto avanzado de Tierfon

            El puesto avanzado estaba excavado profundamente en la roca viva en la cara de un acantilado que dominaba un inmenso valle de aquel remoto planeta del sector Sumitra. Su misión era albergar un escuadrón de cazas que patrullaran aquellos sectores exteriores y escoltar transportes que pasaran por él, así como un punto de reabastecimiento de naves en misiones de inteligencia de largo alcance.
            El Ala-X conocido como Naranja Cuatro se posó sobre la plataforma de aterrizaje de la base de Tierfon. En sus posiciones ya podía ver los cazas de Edgar, Norvak, Fek’tal y el joven Dikki que había llegado antes que él, y que ya estaban siendo revisados por los técnicos. Para regresar había realizado tres saltos hiperespaciales evitando que sus posibles perseguidores rastrearan su ruta. Era el procedimiento estándar tras regresar de una misión de combate y Naranja Cuatro fue muy concienzudo en ese aspecto.
            Abrió la cúpula acristalada mientras se dirigía hacia su posición con gran precisión y nada más apagar los motores de repulsión saltó de la cabina. Se quitó el casco, al que había modificado su interior para acomodar sus orejas y desconectó los controles de su traje de vuelo. El técnico jefe se le acercó con la expresión cargada de preocupación.
            – ¡Es horrible lo que ha ocurrido! – dijo con la voz rota.
            – Su caza solo fue dañado por un impacto iónico. Kanuu vive – le replicó sereno.
            – ¿No lo entiendes? ¡Eso es lo terrible Satek!
            – Por supuesto que sé cuales son las implicaciones Andern.
            – ¡Teniente Satek! – le llamó Edgar que se acercaba andando por la pista de aterrizaje, deteniéndose junto a los dos amigos –. Necesito su informe.
            – Sí señor. Lo haré inmediatamente.
            – Sé que de Lattre se alistó con ustedes y era su a amigo, lo lamento mucho – dijo con sinceridad el jefe del escuadrón, que en aquella misión había perdido a tres hombres y Naranja Cinco aun no había regresado.
            – En la guerra siempre se producen bajas, lamentarlo no nos los devolverá. Aun así la lógica nos indica que hoy caímos en una emboscada – fue la gélida respuesta de Satek alzando la ceja.
            – Esa raza tuya, vulcana. Jamás la entenderé – espetó Edgar para mirar luego hacia el jefe técnico: un boliano de piel azul y el rostro dividido de arriba abajo por la mitad como una trinchera. Las tres: De Lattre, Andern y Satek eran una piña y aunque no dudaba de su lealtad a la Alianza siempre le habían parecido gente algo extraña. Aunque Satek se llevaba la palma, reconocía que era el mejor piloto con el que había luchado nunca, pero era capaz de sacarle de las casillas simplemente con alzar su ceja –. Reunión informativa en una hora.


Theed, Naboo

            La capital del hermoso planeta de Naboo tenía un color muy especial a aquella hora de la mañana. Era primavera y con la primera brisa de la mañana el aire estaba inundado del aroma dulzón de las plantas del jardín en pleno floreciendo, que entraba por la ventana abierta.
            Para Jaques aquel era un día especial: cumplía sesenta años. Se miró al espejo y se vio viejo: las canas le habían aparecido ya hacía muchos años, aunque ahora su cabello estaba completamente gris y se había retirado para dejarle una prominente frente. Las arrugas se habían extendido alrededor de las bolsas de sus ojos y la comisura de los labios. Aun así conservaba su forma física, sobre todo gracias al ejercicio diario y a una sana dieta.
            Acabó de afeitarse con una cuchilla láser para quedar bien apurado y se dirigió a la cocina. El droide le preparó un poco de café y unas tostadas con mermelada. Al poco apareció su mujer bajorana. Laren no había cambiado nada y se conservaba tan hermosa como la primera vez que la había visto en aquel local recreativo junto a la tabla del dom-jot.
            – Buenos días – la saludó y le dio un beso.
            – Recuerda que esta noche vienen a cenar Johachim, T’Lar e Insa, Eloy y su mujer, Hisrak y Vitali. Una cena íntima, vaya.
            – Me parece bien. Me apetece algo así, íntimo.
            – Pues sí – replicó Laren –. Ya estás mayor y no quiero estresarte.
            – Pues esta noche no parecía que te importara que estuviera mayor.
            – Eso es para que no te oxides – puntualizó esgrimiendo una sonrisa pícara. Su esposo alargó la mano y cogió la suya para besarla.
            – Tuve mucha suerte al conocerte – replicó Jaques –. No sé que habría hecho sin ti.
            – Seguramente estarías gordo y amargado. Además, como el vino, tú has mejorado con los años – fue la respuesta cariñosa de su esposa.
            Después de desayunar los dos cogieron el deslizador para ir a sus respectivos trabajos. Dejó a su esposa en las oficinas situadas en las afueras de la ciudad y él se dirigió hacia su oficina en Tycho Inc. Comparada con las grandes compañías de los Mundos del Núcleo Galáctico o del Círculo Interior la suya era pequeña, aunque con el tiempo se había convertido en la más importante del sistema Naboo y del sector Chommell. Al principio se dedicaba a la minería, aunque ahora tenía filiales en el sector biotécnico, tecnológico y naval. En este último controlaban la dirección del fabricante de naves espaciales Ingeniería Theed, heredera del Cuerpo de Ingenieros Espaciales del Palacio de Thedd, privatizada tras la caída de la Antigua República, así como la antigua Cooperativa Bongameken, que el Imperio había requisado a los gungans. Y como la empresa más importante del planeta su sede central estaba instalada en uno de los edificios que rodeaban la Gran Plaza de la Corte, situada detrás del Palacio Real de Theed, ahora sede del gobernador imperial.
            Dejó el deslizador en su plaza privada del parquin subterráneo y subió hasta los lujosos pasillos y estancias que recordaban al esplendor barroco que caracterizaba la cultura del planeta. Saludó a su secretaria gungana y entró en su despacho. Sobre la mesa ya tenía los documentos rutinarios: resultados de producción de las minas de Ohma-D’un, los informes del departamento de calidad y el de ventas sobre el refinado del gas tibanna, memorandos de la sección de investigación técnica... Jamás hubiera imaginado que a los sesenta años sería un empresario al frente de un conglomerado industrial. Jaques de Lattre de Tassigny había nacido en la colonia de New Paris, donde sus abuelos se habían instalado a finales del siglo XXIII desde la Tierra. Había ingresado en la Academia de la Flota Estelar a los dieciocho años con el objetivo de llegar hasta donde nadie había llegado antes. Se graduó el noveno de su promoción y había servido en muchos destinos, acumulando condecoraciones y ascensos, hasta que quince años antes le habían promovido a capitán de una de las naves estelares más modernas y poderosas de la Flota: el USS Spirit de la clase Akira. En el 2363 había sido incluida en un programa de modificación en Utopia Planitia para sustituir el hangar de proa por un mayor equipamiento científico, que incluía laboratorios exobiológicos más completos, un ordenador más potente como los existentes en la clase Galaxy y adaptar su interior para acoger a las familias de la tripulación. Aquel había sido, junto al nacimiento de sus hijos, uno de los días más felices de su vida. Aunque si lo miraba fríamente, sí había llegado hasta donde ningún otro hombre había ido.
            Jaques miró la holofotografía de que tenía sobre su mesa. Allí estaba toda su familia en una excursión campestre a los lagos hacía cinco años. Su hijo mayor Kannu sonreía alegre junto a su hermana Natalie y el pequeño Jan. Aquella había sido una jornada feliz mientras celebraban su cincuenta y cinco aniversario.


            El día transcurrió tranquilo, en el que de Lattre de Tassigny había asistido a una tediosa comida con el moff del sector Chommell. Quarsh Panaka era un antiguo oficial de carrera poco refinado, normalmente pesimista, orgulloso de sus logros en el pasado, como la derrota de la Federación de Comercio y la protección de los Monarcas del planeta. Pero con el advenimiento del Imperio se había decantado por su autoridad central, siendo designado por el propio Emperador Palpatine para controlar su planeta natal, elegido como agradecimiento por los servicios prestados defendiendo el planeta durante las Guerras Clon. Desde entonces había llevado con mano firme las riendas del planeta y el sector, aplicando el humanocentrismo que caracterizaba el Imperio Galáctico, aprovechando las revueltas gungans para reducir su autonomía, al mismo tiempo que dejaba a los gobernantes de Naboo sin apenas poder ejecutivo en el planeta.
            Tras el almuerzo decidió tomarse la tarde libre y fue a recoger a su hijo pequeño a la escuela. Tenía ya quince años y era casi un hombre, siempre estaba feliz y con la misma ilusión que su padre de convertirse en un explorador y navegar por las estrellas. Sus dos hijos habían salido a su padre en aquel aspecto: eran valientes y les fascinaban las estrellas. Natalie se parecía más a su madre y como esta era una científica nata. Jan cogió los mandos del potente vehículo aéreo que ya pilotaba magistralmente y salieron de Theed para poder acelerar al máximo y surcar las planicies del planeta arras de las copas de los árboles.
            Regresaron poco antes de la hora de la cena. Para de Lattre de Tassigny iba a ser una velada tranquila, tan solo la oficialidad del Spirit, los buenos camaradas de tiempos mejores. Eloy Crespo, su primer oficial se había casado con una profesora de Alderaan hacía unos años. En realidad todos ellos, excepto Shimura, vivían en Naboo y todos trabajaban en Tycho Inc. como parte de la tapadera que usaban para pasar desapercibidos, por lo que se veían muy a menudo. Tras ducharse, se vistió con un elegante traje gris claro de cuello alto confeccionado a mano en Malastare.
            Al salir al salón le esperaba Crespo, con una copa de brandi corelliano en la mano.
            – No te oí entrar – comentó de Lattre dirigiéndose hacia el mueble bar para servirse también una copa. Aunque antes de que pudiera hacer nada Eloy le interceptó y con una gran sonrisa le cogió el hombro.
            – Mejor que no aparezcas con esto en la mano – dijo mientras se presionaba el comunicador que llevaba en forma de broche –. Transporte para dos. Energía.
            Su salón se convirtió en una niebla y segundos después fue apareciendo una gran sala abovedada. Donde habían colocado numerosas mesas alargadas, ocupadas por los tripulantes del Spirit que estallaron en un aplauso cuando acabó de materializándose. Sobre sus cabezas pendía la bandera de la Federación: azul cielo, con el símbolo tachonado de estrellas y cubierto con dos hojas de laurel. Y a su lado el segundo estandarte era el de la Flota Estelar con la estrella alargada en el centro, cruzada por un cometa. Los aplausos se prolongaron durante una inmensidad para de Lattre, que aunque lo intentó, no pudo contener la emoción.
            Su esposa Isham Laren se le acercó y le abrazó en un gesto de cariño, para ocultar las lágrimas de su esposo. En ese momento le susurró que le quería, mientras este le replicaba que aquello se lo pagaría. Poco a poco fue superando la sorpresa y se sentó en la mesa que presidía la sala. En esta estaba toda la oficialidad del Spirit.
            – Bien, no me esperaba esto. Y no tengo nada preparado – empezó con unas palabras cuando los aplausos cesaron –. Desde pequeño siempre quise ser como Archer o Kirk, pero no me dieron el mando de la Enterprise, ese honor se lo concedieron a otro francés... – el comentario levantó carcajadas entre los allí congregados –. En cambio me dieron el mando de otra nave, el USS Spirit que por suerte tenía la mejor y más grande tripulación del universo.
            Aquello provocó otro ensordecedor aplauso, lo que permitió a de Lattre sentarse. Luego fue Crespo quien dio el siguiente discurso, esta vez mucho más largo y en nombre de todos los presentes. Después los droides camareros empezaron a servir la cena, todos eran platos procedentes de los diferentes lugares de origen de la tripulación: Tierra, Vulcano, Bolarus IX, Tiburon, Trill, Rigel y dos docenas más de planetas, todos ellos replicados utilizando el banco de datos del Spirit.
            La cena transcurrió distendida, había algunos miembros de la tripulación que debido a diversas causas hacía tiempo que no se veía o simplemente porque en aquella sala, con las puertas vigiladas nadie tenía que preocuparse en que decir o que no poder decir. También porque estaban sirviendo abundante vino de semillas traídas de la Tierra por uno de los botánicos de abordo y eso ayudaba a relajarse.
            Entre todo aquel alboroto nadie se dio cuenta que mientras terminaban el segundo plato el teniente Shimura, el oficial táctico, se había ausentado tras recibir un mensaje a través de su comlink. Al poco rato regresó con una profunda cara de preocupación. Se acercó a Crespo y después a de Lattre, que estaba hablando en ese momento con Hisrak, su ingeniero jefe denobulan. Se disculpó por interrumpirles, pero les dijo que tenía que hablar con ellos en privado y los cuatro salieron hacia un pequeño despacho que había junto a aquella sala del complejo de Tycho Inc.
            – ¿Qué ocurre? – preguntó de Lattre, la expresión de seriedad de su jefe de seguridad y tácticas no adelantaba nada bueno.
            – Acabamos de recibir esta comunicación subespacial. Tiene cinco horas de demora – respondió Shimura que accionó los controles del pequeño ordenador del despacho. En la pantalla apareció el rostro del joven vulcano Satek, hijo de la oficial de operaciones, la teniente T’Lar.
            «Estoy en la obligación de informar que durante una misión rutinaria contra las fuerzas Imperiales, Kanuu ha caído prisionero. La Rebelión no tiene recursos para un intento de rescate y la lógica indica la peligrosidad para todos si rebela cualquier cosa durante los interrogatorios a los que será sometido. Larga y próspera vida».
            El silencio inundó el despacho después de que la pantalla apareciera el símbolo de Tycho Inc., que tenía cierto parecido con el de la Federación, con un círculo de estrellas alrededor de media corona de laurel. Tanto Shimura como Crespo y Hisrak miraron a su superior, que tenía el rostro petrificado. Ninguno de los tres se atrevió a decir o hacer nada. Quien había caído en manos del cruel Imperio era el hijo de su capitán, a quién habían visto crecer y marchar para luchar por algo en que todos creían.
            – Reúna a los oficiales del puente – ordenó enérgico de Lattre al recobrar la compostura. Shimura asintió marcialmente y salió del despacho. Instantes después entraban con el T’Lar, el doctor Bishop y la teniente Isham Laren esposa de de Lattre y jefa del departamento de cartografía. Volvieron a pasar el mensaje.
            Tras terminar Isham, la madre de Kannu, se sentó en uno de los sillones del despacho, con la mirada perdida y el rostro invadido por la preocupación.
            – Sugerencias – pidió el capitán manteniendo la serenidad.
            – No hay otra opción, hemos de rescatarle – fue la fría respuesta de T’Lar.
            – Ellos sabían a lo que se exponían – replicó de Lattre, sorprendiendo a todos, incluso su esposa, que le miró atónita –. Y nosotros también.
            – Eso no implica que no podamos realizar una operación de rescate – intervino Crespo –. Si descubren que tenemos una tecnología que puede transportarnos de un lugar a otro o crear comida y materia de la nada, mañana surgirá del hiperespacio una flota que arrasará este planeta y todo lo que contiene para encontrarnos. Y Kanuu sabe lo suficiente como para que el Imperio nos pueda rastrear. Hemos de rescatarle por nuestra propia seguridad y para proteger la Primera Directriz.
            – El comandante Crespo tiene razón – confirmó con rapidez Hisrak y con apremio y preocupación en su voz –. Rescatándole estaremos protegiendo nuestro secreto.
            – ¿Cómo lo haremos? No sabemos donde se encuentra retenido – advirtió Isham, ya recuperada de la impresión ante la noticia de la captura de su hijo.
            – Para ese tipo de casos, ya se tomaron las medidas de contingencia necesarias – anunció Shimura con un tono tranquilo, sorprendiendo a su superior.
            – ¿Qué tipo de medidas?
            – Aquellas que podían proporcionarnos información en caso... – empezó a responder algo dubitativo.
            – Teniente, es una orden. ¿Qué medidas tomó? – insistió de Lattre furioso.
            – Desde hace varios años proporciono información de inteligencia a la Alianza Rebelde.
            – ¿Qué? – replicó perplejo de Lattre –. ¿Qué tipo de información?
            – Movimientos tácticos de la Armada Imperial, intercepción de comunicaciones...
            – Eso está violando directamente la Primera Directriz de no intervención...
            – Conozco perfectamente la Primera Directriz, señor – le cortó Shimura. Era la primera vez que se enfrentaba a su superior y todos estaban más que sorprendidos. El jefe de seguridad era un hombre duro, que se tomaba su responsabilidad como si fueran los códigos que sus ancestros samuráis habían tenido hacia sus señores.
            – ¿En el fondo que significa no intervenir en el desarrollo de otras especies? – intervino entonces el doctor Bishop que se había sentado en un sofá del despacho. Todos se giraron hacia este, aun sostenía su copa de vino en su mano –. Ya lo hemos hecho. Diariamente lo hacemos, intervenir, modificar el normal desarrollo de esta gente.
            – Siempre se hizo con el único objetivo de preservar nuestra seguridad...
            – Hace mucho que nos conocemos Jaques – le interrumpió Bishop –. ¿Qué crees que hicimos con los wookis de la luna de Ohma-D’un? Interferir y salvarles la vida. Controlar esta compañía y así tener una tapadera para poder ocultarnos. ¿Y Panaka? ¿Qué hubiera ocurrido si no lo hubiéramos hecho? Y otras tantas pequeñas cosas. Tal vez no hemos proporcionado la tecnología para que esta gente cambiara la faz de esta galaxia, pero hemos intervenido en su normal desarrollo desde que llegamos. Además estamos atrapados aquí. ¿Y nuestros hijos, que pasará con ellos?
            – Hace dos años ya tuvimos esta misma discusión... – dijo de Lattre.
            – Y te diré lo mismo que te dije entonces: nosotros moriríamos por respetar la Primera Directriz. Los que están en este despacho y los que están en la sala contigua. Pero tu hijo no. Él nunca juró defenderla. ¿Qué harán nuestros hijos, continuar cruzados de brazo como nosotros? Ellos tienen un futuro por delante.
            – Lo que dices tiene lógica – dijo T’Lar entonces –. Pero nuestros actos han sido dictados para sobrevivir en un entorno hostil. Lo que hayamos podido hacer ha afectado a una mínima porción del desarrollo de esta galaxia.
            – Tu lógica es incuestionable. Pero Shimura utiliza nuestra tecnología para informar a la Alianza Rebelde sobre el Imperio. Y eso ya ha salvado o costado vidas a uno y otro bando de esta guerra. ¿Quién sabe lo que eso podría significar? No hemos utilizado lo que más podría dañar su desarrollo, pero nuestros actos han influido de alguna u otra manera en este entorno.
            – No creo que esto sea lo más importante ahora, si hemos o no debemos intervenir – dijo Crespo decidido a zanjar aquella discusión, que hacia tiempo que dividía a la tripulación –. Lo que sí está claro es que la información que Kanuu pueda proporcionar es una amenaza para nosotros. Hemos de rescatarle lo antes posible.
            – Sí, centrémonos en lo que es ahora importante – replicó Isham, que no podía olvidar que era su hijo el que estaba en las garras de una organización cruel y despiadada.
            – Teniente Shimura, ¿qué sugiere? – preguntó entonces de Lattre con un tono de voz gélido.
            – Ponernos en contacto con el general Airen Cracken, el jefe de la inteligencia de la Alianza y a quien le he proporcionado la información. Le pediré que nos diga donde está retenido, la misión no puede ser muy complicada.
            – ¿Ha hecho algún acto más que violara la Primera Directriz, teniente?
            – No creo que eso sea ahora relevante... – empezó a decir Bishop.
            – Doctor creo que decidiré yo lo que es o no es relevante. Aun soy el comandante de esta tripulación y su responsable – le cortó de Lattre y se volvió hacia Shimura.
            – A través de un adquisidor rebelde hice un trato para proporcionar información sin que se revelara su fuente, desde entonces les ofrecimos datos de transmisiones descodificadas y despliegues imperiales, siempre de otros sectores del Borde Medio o de los Territorios del Borde Exterior, para no comprometer nuestra ubicación. Más recientemente hemos proporcionado apoyo logístico a la Flota de la Alianza y ayudando a la célula del planeta a sacar algunos disidentes y transportar algunos materiales sin pasar por la aduana imperial.
            – Mon Dieu! – exclamó De Lattre –. ¿Quién más estaba al corriente de todo esto?
            – Yo y algunos hombres de ingeniería ayudamos – respondió Hisrak entonces, en su rostro había cierto grado de turbación –. Modificamos algunas naves con sistemas de ocultación klingon que obtuvimos de los archivos, sensores subespaciales, transportadores y otra tecnología. Siempre tuvimos cuidado para que nada de ello cayera en manos imperiales, señor.
            – ¿Tú sabías algo de todo esto? – le preguntó el capitán a su primer oficial.
            – No estaba al tanto de los pormenores – contestó Crespo midiendo sus palabras –. Pero sabía que se estaba haciendo.
            – Quiero un informe detallado de toda la ayuda que haya proporcionado a ese general Cracken – ordenó De Lattre con severidad, sin ocultar el enfado que en aquel momento sentía hacia la mayoría de sus oficiales . Y contacte con la Rebelión para que le digan dónde está mi hijo.
            La cena de celebración no se reanudó, todos los presentes se habían enterado de lo sucedido y regresaron a sus casas preocupados. La tripulación del Spirit se había convertido con los años en una gran familia, se conocían y conocían a sus hijos, sabían de los unos y de los otros. Y todos tenían su posición con respecto a la Primera Directriz y las decisiones que ello implicaba.
            Aquella noche de Lattre no pudo dormir. Se pasó las horas en el despacho de su casa, meditando en lo que iba a suceder. Y recordando lo que había ocurrido en aquellos años.


USS Spirit

            La sirena de colisión aun resonaba fuertemente entre el humo. El impacto de la onda expansiva les había alcanzado de lleno, lanzándoles al aire y zarandeándoles mientras las consolas estallaban por culpa de las sobrecargas. Un panel del techo se había desprendido por culpa del violento choque y en un instante la destrucción se había apoderado del puente de mando.
            – ¡Computadora, informe del control de daños! – pidió el capitán, incorporándose pesadamente. El ordenador no respondió. El humo le impedía respirar con normalidad y los ojos le escocían. Cuando logró sentarse en su silla, intentó saber que estaba ocurriendo a su alrededor. El alférez Kanek estaba en el suelo junto a la posición del piloto inerte, mientras que T’Lar, situada en la consola contigua de operaciones intentaba incorporarse apoyándose en su silla. La pantalla principal estaba apagada y un pequeño incendio se empezaba a extender a la derecha de esta. De Lattre se levantó con la intención de apagarlo con el extintor de mano, al comprobar que los automáticos no estaban haciendo su trabajo. Entonces tropezó con el cuerpo de su primer oficial. Crespo estaba en el suelo, con una gran mancha de sangre que se extendía junto la cabeza, tras haber recibido un fuerte golpe al caerle encima la sección del techo. Se inclinó para comprobar su pulso... era débil, pero aun tenía. Presionó su comunicador –. Enfermería envíen al puente un equipo médico, hay heridos de gravedad.
            – ¡Entendido! – fue la brusca repuesta del doctor Bishop –. Lo enviaremos cuando podamos, hay bajas por toda la nave...
            Al levantarse vio como T’Lar ya estaba apagando el pequeño incendio con el extintor de mano. Así que de Lattre se centró en ver como estaba el resto de la tripulación del puente. El siguiente que pudo ver que estaba bien, fue a Shimura, que ya se había incorporado y tenía extendido un tricorder sobre el cuerpo del oficial científico, el teniente comandante Abdel Khalaf. Pero la expresión con la que cerró el escáner de mano no dejaba dudas de su estado: había muerto.
            – Teniente, necesitamos saber la situación de la nave – le ordenó de Lattre. Este asintió y se dirigió a las posiciones de trabajo. Mientras que el capitán se rasgaba el uniforme para colocar sobre la cabeza de Crespo una venda improvisada.
            – El ordenador principal está desactivado – informó poco después su jefe de seguridad –, recibimos informes solo de los sistemas secundarios, los sensores internos solo funcionan al 48%... hemos perdido las comunicaciones en la mayor parte de las secciones, entre ellas ingeniería. Campos de fuerza alzados en fisuras en el casco en la cubierta uno, seis a cinco y de diez a doce. La integridad estructural está solo a un veinticinco por ciento. El reactor está desactivado, se han expulsado los contenedores de anti-materia... señor.
            El capitán se sentó de nuevo en su silla y accedió a la información a través del pequeño terminal que tenía el reposabrazos, la zona del deflector era una de las más dañadas. Parecía que este se hubiera volatilizado, llevándose consigo parte del casco y la vida de varias decenas de sus tripulantes. La situación era muy grave, con ingeniería encontrándose muy cerca, la nave podía perderse y sin posibilidad de contactar con esta, era necesario tomar el control de la situación.
            – Shimura baje a la cubierta quince y que evacuen toda esa área, active los campos de fuerza para crear una burbuja segura y desconecte el resto.
            – Sí señor – respondió este saliendo del puente sin perder tiempo.
            De Lattre se giró hacia T’Lar, que estaba activando los controles ambientales para limpiar el enrarecido aire del puente. Tenían que ir paso a paso y el primero era controlar las grietas en el casco y saber que estaba sucediendo en ingeniería, lo que ya se estaba realizando. Lo siguiente sería atender a los heridos de la tripulación y evaluar los daños para empezar a repararlos. Poco a poco los informes empezaron a llegar a medida que los responsables encontraban la manera de contactar con el puente: del módulo de armamento; de las diferentes secciones científicas; de la cubierta nueve, sección 36: ningún herido. Eso le alivió, ya que significaba que todos los niños que había a bordo estaban bien. Mientras que el parte más preocupante procedía de la enfermería con las bajas que llevaban registradas hasta ese momento y que sumaban más de un centenar de heridos de diversa consideración. Era un desastre total.
            Estaban persiguiendo a un marauder ferengi que, según habían informado las autoridades de Peliar Zel, se había apoderado de un generador experimental. Parecía que les habían acorralado en un pequeño sistema estelar binario cuando estos habían intentado utilizar una pequeña estrella de neutrones para despistarles. Por culpa de la radiación electromagnética que emitía aquel púlsar no habían detectado la anomalía subespacial hasta que fue demasiado tarde. Entonces los ferengis desaparecieron en una bola brillante que les engulló en un instante.
            – Envíe un mensaje a la Flota Estelar con nuestra posición y daños – le ordenó a T’Lar mientras volvía su atención de nuevo sobre su primer oficial. Tenía el pulso débil y no había podido contener la hemorragia. Miró hacia la puerta, pensando en el tiempo que transcurriría antes de que el doctor Bishop pudiera enviar a alguien. Se levantó y buscó el botiquín de primeros auxilios que había detrás de los paneles de las paredes del puente.
            – La Flota no responde, señor – informó entonces T’Lar.
            – No estamos lejos de nuestras bases. ¿Ha probado en otras frecuencias?
            – No hay ninguna respuesta por los canales subespaciales. Tampoco capto ninguna otra señal – explicó la vulcana con su tono pausado y sin sentimientos. Eso hizo que de Lattre se preocupara.
            – ¿Tenemos sensores? – siguió preguntándole a su oficial de operaciones mientras habría el botiquín y examinaba su contenido. Hipospray con diversos medicamentos, un estimulador neural, un regenerador dermal, un desfibrilador… un tricorder médico.
            – Limitados.
            – Haga un rastreo de la zona...
            T’Lar se puso a trabajar de forma frenética en la posición de operaciones, que aun parpadeaba, dañada por la sobrecarga de la explosión subespacial. Poco después la pantalla se encendió entre interferencias, que no impedían aun así distinguir bien lo que tenían delante.
            – Estamos fuera del sistema – empezó a informar T’Lar –. Detecto restos metálicos cercanos, posiblemente la nave ferengi.
            – Localice la posición – ordenó mientras intentaba descifrar las señales que podía ver en el tricorder. En ese momento de Lattre se arrepintió de no haber asistido al curso de primeros auxilios que le propuso Bishop un año antes.
            – El ordenador no responde, señor. Pero no estamos donde debíamos estar. Detecto diversos sistemas cercanos que antes no estaban...
            En ese momento las puertas se abrieron y entraron dos miembros del equipo médico que se pusieron a estabilizar a Crespo.


            No había pasado no media hora desde el accidente y parecía que la situación estaba controlada una vez se habían asegurado las grietas en el casco, de manera que se de Lattre había pedido que los oficiales del puente celebraran una reunión en su despacho para informarse de la situación y coordinar todos los esfuerzos. Su jefe de ingenieros había subido un padd con el diagrama de sistemas maestros donde se mostraban la situación real de la nave. No había ni una sola cubierta sin que se señalara algún sistema o quepo dañado.
            – Los daños a bordo son masivos – indicó el denobulano que tenía rasguños y moratones en el rostro y su uniforme estaba rasgado y chamuscado –. La mayor parte de la fuerza de la explosión fue absorbida por el deflector principal de navegación, el sistema de propulsión y los escudos, que se han fundido completamente. La sobrecarga resultante se distribuyó a otros sistemas: sobre todo a través de los relés de ODN, afectando a todas las consolas y terminales en algún grado y otro. Así los accesos LCARS no funcionan en la mayoría de las cubiertas. Creo que eso en realidad fue una suerte, ya que la fuerza de la tensión se distribuyó de manera uniforme por todas las cubiertas y evitó que se concentrara de manera catastrófica. Por suerte el primer diagnóstico del ordenador central apenas ha recibido daños, seguramente gracias sus procesadores subespaciales.
            » El reactor principal se ha desalineado, los conductos de plasma a las barquillas han reventado, las bobinas de las barquillas tienen todas ellas fisuras, y los colectores bussard están literalmente carbonizados. El deflector principal ha sido complemente destruido con todos sus equipos, generando numerosas aberturas en el casco. La lista de las reparaciones urgentes es interminable: algunas cubiertas no tienen gravedad y el soporte vital está a un 68%. La carena secundaria está dañada en un 53% y no hay energía de la cubierta cinco a la trece. La integridad estructural está debilitada pero se mantiene.
            » No creo que otra nave hubiera resistido la detonación subespacial de esa magnitud. En realidad me sorprende que hayamos sobrevivido – concluyó Hisrak con un tono algo más optimista.
            De Lattre asintió y se giró hacia su consejero, que estaba allí en nombre del doctor Bishop.
            – Se han contabilizado 49 muertos, entre ellos una docena de desaparecidos al ser arrastrados al espacio – empezó a informar Nara con tristeza en su voz –. Hay medio centenar de heridos entre moderados y muy grabes. La mayoría son quemaduras de plasma de segundo y tercer grado e importantes contusiones. En estado crítico hay seis tripulantes expuestos a descomprensión antes de que se activaran los campos de fuerza. Como estábamos en alerta roja, la escuela estaba preparada y solo se han producido algunos golpes leves y cortes de poca importancia. Aunque los niños más pequeños están muy nerviosos y asustados.
            – Todos han hecho un buen trabajo. Ahora les informaré que aun no hemos podido contactar con la Flota Estelar, es más, según los sensores de navegación no estamos cerca de ningún sistema estelar conocido – explicó de Lattre con toda la calma que pudo transmitir. Los rostros de sus subordinados no pudieron ocultar su asombro. Para evitar que pudieran desconcentrarse en la tarea más importante en aquel momento: reparar la nave, no les permitió poder pensar en aquella situación.
            » Hisrak empiece a preparar a su gente para una situación de aislamiento y organice la prioridad de las reparaciones. Tiene a su disposición los recursos de todos los departamentos. Tenientes Shimura y T’Lar póngase al servicio de ingeniería. La teniente Isham, como jefa de cartografía, se pondrá a trabajar para identificar donde nos encontramos.
            – ¿No sabemos dónde estamos? – preguntó perplejo el denobulano.
            – Así es. Ninguna estrella que detectamos corresponde a la que tenemos en nuestros archivos cartográficos. Fuimos alcanzado con una explosión subespacial masiva, que bien podría ser una supernova en miniatura, si ha sido así hemos podido caer en su pozo gravitacional y a través de un agujero de gusano hayamos sido enviados a algún punto distante de la galaxia. Pero aún no sabemos que ha podido ocurrir.
            » Nada más caballeros, póngase a trabajar.
            Todos asintieron y aunque conmocionados por la noticia regresaron a sus puestos para continuar trabajando en las reparaciones, dejando a de Lattre solo. Este miró durante unos instantes a su alrededor, la estancia era un caos: todos los pequeños recuerdos estaban por los suelos, la maqueta del USS Spirit se había partido en tres partes, los libros de los grandes escritores franceses de la Ilustración estaban por el suelo, mezclados con la tierra y las plantas que habían decorado el ventanal, las holofotografías y los dibujos de sus hijos que tenía en la pared se habían desprendido... toda la nave debía de estar igual. Él tampoco podía perder el tiempo, así que salió de su despacho detrás de sus oficiales.


            – ¿Dónde está el doctor Bishop? – le preguntó a una enfermera.
            – En la unidad quirúrgica, señor. Si me disculpa – dicho lo cual se dirigió hacia uno de los heridos para aplicarle un calmante. La actividad ya no era tan frenética como hacia un rato, pero la enfermería aun estaba atestada de heridos. Todas las camas estaban ocupadas con quemados, en una bio-cama del lateral pudo ver a su primer oficial y amigo Eloy Crespo. Sobre su frente habían colocado dos estimuladores neurales para controlar su actividad cerebral y tenía otras pequeñas cicatrices en la cara, pero parecía descansar plácidamente en ese momento, ajeno completamente al desastre que reinaba a su alrededor.
            – Tiene heridas internas grabes – dijo la voz de Bishop detrás de Lattre –. Pudimos detener la hemorragia interna y bajar la inflamación, ahora deberemos esperar para ver hasta que grado quedó afectado su cerebro.
            – ¿Y el resto de la tripulación?
            – Las quemaduras son dolorosas, pero podemos curarles. Me preocupan más los heridos por la descompresión, sus daños internos en algunos casos son masivos. ¿Qué ha pasado?
            – Detectamos una anomalía espacial cuando perseguíamos a los ferengis. Estos quisieron utilizarla para despistarnos, pero algo salió mal y se produjo una explosión subespacial que creó un agujero de gusano y nos arrastró por él. Estamos detectado una radicación de antimateria que estamos analizando, tal vez a bordo llevaran algo que ayudó en la ruptura. Aun no sabemos dónde estamos, pero no tenemos contacto con la Flota Estelar.
            – Así que no puedo esperar mucha ayuda – dedujo el doctor, empezando a pensar en los cambios de tratamiento que tenía que iniciar con los heridos, algunos de los cuales se había limitado a mantenerlos estables a la espera de llevarlos hasta una instalación más completa.
            – Así es.
            – Ves poniéndome al corriente de lo que suceda, por favor – dijo Bishop y regresó de nuevo a la unidad de cirugía.
            De Lattre salió de la enfermería y antes de dirigirse a cartografía estelar se tomó la licencia de ir a la escuela. Esta estaba situada en la zona más segura de la nave y en línea directa con las cápsulas de escape por si fuera necesario su evacuación.
            Además de una maestra para la educación de la veintena de hijos de la tripulación que vivían a bordo, en momentos de crisis la consejera Nara y otros dos miembros civiles de la dotación debían de cuidar de los niños. La más pequeño apenas tenía unos meses de vida y era la hija de la alférez Chi’etla y el mayor era el hijo de T’Lar. Al entrar su hijo Jan se le echo encima, era el pequeño de sus tres vástagos, tenía cinco años y empezó a llorar muerto de pánico. Natalie era ya toda una señorita, pero en su padre notó que en sus ojos también había miedo cuando se abrazaron. Kanuu, cuyo nombre era el mismo que el abuelo materno asesinado por los cardassianos, parecía que estaba más entero, aun así su padre detectó preocupación en su mirada. Tras calmar a Jan y dejando en los brazos de su hermano mayor, preguntó por el resto de los niños. La profesora dijo que todos estaban bien, pero le informó que la madre de uno de ellos estaba entre las bajas confirmadas. Ardern, era el hijo de Lysia, una ingeniera boliana que había muerto por culpa de la explosión del deflector principal.
            – ¿Se lo han dicho? – preguntó de Lattre.
            – Aun no – respondió Nara, que estaba junto a la profesora –. ¿Quiere que se lo diga?
            – No. Me corresponde a mí hablar con él – replicó este, que de golpe se encontró frente al peor momento de su vida –. ¿Cómo puedo decírselo?
            – Será muy duro diga lo que diga. Intente ser sincero – sugirió su consejera.
            De Lattre asintió y se dirigió hacia donde estaba el chico, que debía tener unos once años terrestres. De Lattre se colocó a su lado e intentó poner la mejor cara que pudo.
            – Te he de contar algo que ha pasado durante el accidente.
            – ¿Es sobre mi madre verdad? – preguntó intuitivo, sus ojos claros se clavaron en él como si fuera una tabla de salvación. Seguramente las miradas de Nara y la profesora le habrían alertado. Además muchos padres habían pasado por la escuela para ver a sus hijos, el silencio de su madre debía de haberle alertado.
            – Sí – dijo sintiendo un nudo en la garganta –. Hubo una gran explosión en la zona donde estaba.
            – ¿Ha muerto? – preguntó directo, con la sinceridad de la infancia.
            – Fue muy valiente – solo puso decir formándose un nudo en la garganta que le apagó la voz impidiéndole decir nada más. ¿Qué hubiera ocurrido con sus hijos si él hubiera sido una de las bajas? ¿Qué hubiera ocurrido con sus hijos si hubiera sido él uno de los caídos? De golpe sintió todo el peso de la responsabilidad, como una sola que tenía que soportar. Además conocía personalmente a Lysia ya que Ardern tenía la misma edad que Kanuu y era uno de sus mejores amigos. La recordaba alegre e inteligente, mientras que los informes de su superior la describían como trabajadora y emprendedora –. Estaba muy orgullosa de ti. Y te quería mucho.
            – Ya lo sé capitán – dijo el boliano esgrimiendo una sonrisa en su rostro, teñida de amargura. El chico quería comportarse como un adulto y que su capitán se sintiera orgulloso de él.
            – Ahora todos somos tu familia, Ardern – continuó tras recomponerse. Los bolianos formaban familias numerosas, con co-esposos y co-esposas, de manera que era normal que los hijos fueran criados en comunidad, por lo que esperaba que eso facilitara las cosas y le ayuda en el futuro. En todo caso no permitiría que se sintiera solo –. No permitiré que nunca te sientas solo. Todos somos tu familia. Te lo prometo. ¿De acuerdo?
            – Sí capitán – replicó Ardern con pesar, pero intentando mostrarse fuerte.
            – Si necesitas cualquier cosa, dímelo. Ahora he de irme, pero la consejera Nara estará pendiente de lo que necesites.


            Sentada en una de las posiciones de trabajo del laboratorio se encontraba la responsable del departamento la teniente Isham, concentrada en los cálculos que estaba repitiendo por cuarta vez. Al oír abrirse las puertas se giró, esgrimiendo una sonrisa al ver al capitán. Se levantó y los dos se fundieron en un abrazo. Eran oficiales y esposos, conocían los riesgos que entrañaba la exploración espacial, aun así habían elegido vivir juntos y crear una familia a bordo de una nave estelar.
            – Me hubiera muerto si te hubiera pasado algo a ti o a los niños – dijo en su sollozo Jaques que por primera vez dio rienda suelta a la tensión y las lágrimas le inundaron los ojos y se deslizaron por sus mejillas.
            – ¡Tranquilo Jaques! – respondió su esposa mientras le besaba. Los dos estaban llorando de saber que su familia se encontraba a salvo.
            – No debería haber seguido a esa maldita nave o tendría que haber detectado la anomalía, los sensores la detectaron a tiempo – se recriminó.
            – No te culpes, no lo podías prever – le replicó su esposa con cariño –. Te conozco y harás lo mejor para tu tripulación y tu familia.
            – He pasado a ver a los chicos. Están asustados, pero bien.
            – Tienen la pasta de su padre – replicó con orgullo.
            – La de su madre, igual que sus ojos y sus narices – dijo cariñoso acariciando suavemente la rugosa nariz bajorana de su esposa.
            – Ahora vienen las malas noticias – anunció ésta volviendo a la realidad en la que se encontraban.
            Eso hizo poner en alerta a de Lattre, que apartándose de su esposa se secó las lágrimas, volviendo a ser el oficial al mando. Isham le señaló la pantalla en que había estado trabajando.
            – He utilizado todos los patrones estelares para marcar nuestra posición en la Vía Láctea, usando como bien sabes el núcleo de la galaxia en sus múltiples posiciones, situándonos en los cuatro cuadrantes. Nada coincidía. Así que utilicé el siguiente patrón: las galaxias más próximas. Entonces encontré las primeras similitudes: M33, la pequeña Nube de Magallanes, NGC-3370, NGC-2812, M64, el objeto Hoag...
            – ¿Dónde estamos? – interrumpió de Lattre, que imaginaba por donde iba su esposa.
            – En algún lugar de la galaxia de Andrómeda, a 2.500.000 millones de años luz, de la Tierra.
            – ¿Cómo es posible? – farfulló incrédulo ante la noticia.
            – No lo sé. Pero es así Jaques. Por desgracia no me equivoco.
            De Lattre retrocedió un paso y se sentó en la silla que estaba junto a la consola donde había trabajado su esposa. Y se sintió abatido. No lo hubiera hecho frente a ningún otro oficial que no fuera ella, con la que no tenía secretos, era la columna donde siempre se podía apoyar sin miedo. Se sintió agobiado y se tocó el cuello alto de la nueva casaca con nerviosismo. Estaba solo en medio de un lugar completamente desconocido, sin esperar ninguna ayuda exterior. Seguramente la Flota les daría por muertos. Detectarían la detonación subespacial y les asignarían a la lista de naves desaparecidas en servicio junto a la Columbia, o a la Bozeman, incluso harían un responso en los jardines del Cuartel General de San Francisco. Pero en realidad estaban en otra galaxia, perdidos en la inmensidad de lo desconocido, frente al mayor reto que se podría enfrentar un explorador: sobrevivir en un ambiente hostil.
            – ¿Te molesta el nuevo uniforme? – le preguntó colocándole una mano sobre la mejilla. Conocía bien a su esposo, era un hombre de fuertes convicciones, inteligente y valiente. Aquella noticia le podía afectar, pero solo para hacerle más fuerte.
            – Tengo que decírselo a la tripulación.


Continuará…
Capítulo 2 USS Spirit


2 comentarios:

  1. No los tendrías en pdf verdad? Es que así lo puedo pasar al ebook y me cuesta menos de leer

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    1. Hola Eloi!

      Imagino que será porque te está gustando la historia. No hay problema. Dame un par de días y lo colgaré en la parte derecha del blog.

      Un saludo!

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