lunes, 21 de noviembre de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 31

Capítulo 9
Alianzas
Segunda parte.


USS Enterprise-E

            La fuerza de la Nueva República salió del hiperespacio en las coordenadas establecidas, donde le esperaba un pequeño comité de bienvenida formado por la Enterprise-E, el IKC Rotarran y un pájaro de guerra romulano. El lugar del encuentro era un sistema estelar de una estrella azul, sin ningún planeta capaz de sostener vida a muchos años luz de cualquier otro habitado. Según se había pactado con Zahn, allí se realizaría el encuentro diplomático con la enviada especial de Mon Mothma. La reunión se realizaría a bordo de la nave estelar y contaría con la presencia de la presidenta Troi.
            La delegación de la Nueva República se materializó en la sala de transporte, donde les esperaban William Riker y Deanna Troi vestidos con sus uniformes de gala.
            La primera en descender de la plataforma fue una mujer joven, de la edad de la consejera, con un traje largo completamente blanco, su pelo castaño estaba recogido en una trenza sobre la cabeza y llevaba un collar de plata alrededor de su cuello. Esta era una de las pocas joyas familiares que habían sobrevivido a la destrucción de su mundo natal.
            – Soy Leia Organa, princesa de Alderaan. Miembro del Consejo Provisional de la Nueva República – dijo presentándose –. Es un honor y un placer estar esta noche a bordo de esta nave.
            – Soy la consejera Deanna Troi-Riker – replicó esta –. En nombre del capitán Jean-Luc Picard y de la presidenta de la Federación Unida de Planetas, Lwaxana Troi, sean bienvenidos a bordo. Este es el comandante William Riker, el primer oficial de la nave estelar Enterprise.
            – Encantada – saludo y se giró hacia el resto de sus acompañantes –. Este es el almirante Sesfan, de la Flota de la Nueva República y comandante de la escuadra con los que hemos venido.
            – Es un honor, consejera – dijo el calamariano extendiendo su aleta en forma de saludo –. Tenía muchas ganas de poder estar a bordo de una de sus naves. Su fama ya es legendaria entre los marinos y oficiales de la Alianza.
            – El honor es nuestro, almirante – respondió cortes Riker.
            – El resto de la delegación de la Nueva República la forma el general Han Solo y el caballero jedi Luke Skywalker.
            – Si me siguen les conduciré a la recepción – indicó entonces Deanna que les acompañó al pasillo, dejando a Riker para recibir al resto de los oficiales de las otras naves de la Nueva República. Aunque no todos llegaron a la Enterprise de la misma manera, algunos que no estaban dispuestos a que les transportaran, y lo harían a bordo de varias lanzaderas hasta el hangar principal, donde les esperaba Data.
            La sala acondicionada para la recepción estaba engalanada con motivos florales y cuando la delegación de la Nueva República entró acompañados por Deanna, el cuarteto de la tripulación empezó a tocar Las Cuatro Estaciones de Vivaldi. En el centro se encontraba Lwaxana Troi y el capitán Picard.
            Luke Skywalker entró detrás de su hermana. Esta había querido que se vistiera con el uniforme blanco de gala, pero el joven jedi llevaba el traje negro, que de alguna manera reflejaba su estatus de caballero, mientras que al cinto colgaba su sable de luz. Ya no era aquel joven granjero que soñaba con abandonar Tatooine, sino el representante de la renacida república en extrañas y lejanas estrellas, con un destino incierto para reconstruir la Orden Jedi. La sala estaba repleta de oficiales y al entrar todos habían vuelto su atención hacia los visitantes de una lejana galaxia. Luke sondeó a los presentes con la fuerza. Notó una gran cantidad de mentes muy diferentes percatándose de la sensación de armonía que existía entre la convivencia entre humanos y alienígenas allí reunidos. Antes de partir ya había sondeado la lógica mente del ingeniero vulcano Taurik o la serena de la embajadora Kareel Odan junto a su longevo simbionte trill y la de la mayoría de integrantes de la delegación diplomática. Ahora entraba por primera vez en contacto con seres de razas que nunca había imaginado que existieran. Había curiosidad en casi todas, algunas eran alegres, otras eran más complejas o rígidas. También notó que muchas estaban apesadumbradas, pero aun así llenas de esperanza.
            Tras hacer un repaso por la sala, se centró en las tres mentes que estaban hablando con su hermana. Al primero le identificó como un klingon: sentía claramente como le hervía la sangre, era un guerrero, deseoso de combatir, de gloria, pero era un ser completamente honorable, cuyo único deseo era el bienestar de su pueblo. El humano tenía una aureola de honor, rectitud y liderazgo que destacaba frente al resto de los presentes. Luego se centró en la mujer que estaba hablado con Leia. La sentía de forma diferente, llena de carisma y serenidad que provocó un destello en la fuerza que ni siquiera Mon Mothma tenía.
            "¿Me está sondeando?". Oyó en su mente y de golpe se sobresaltó y vio como aquella mujer le miraba fijamente. "Disculpe, no era mi intención…" Le respondió telepáticamente el antiguo piloto rebelde. "Ningún hombre me había hecho eso antes", fue la respuesta. "Me disculpo de nuevo", repitió Luke. "No, no. Si me ha gustado", respondió esta con una gran sonrisa.
            – Soy Luke Skywalker caballero jedi – se presentó rompiendo el protocolo, recibiendo una airada mirada de quien había descubierto recientemente que era su hermana, que estaba hablado con Troi.
            – Caballero jedi… – repitió Lwaxana, que se giró hacia Leia –. No se disguste princesa Organa. No ha tenido más remedio que cortar nuestro primer contacto. Pero le aseguro que su hermano es un joven, muy interesante.
            – ¿Cómo sabe eso? – soltó entonces Han sorprendido desde detrás.
            – Y usted es un hombre afortunado, señor Solo – replicó Lwaxana tras mirar al antiguo contrabandista –. Realmente muy afortunado. Espero que sepa conservarla a su lado.
            Lwaxana estaba realmente entusiasmada. Aquel trío que representaba a la Nueva República era de lo más curioso que había encontrado en sus largos años de experiencia diplomática. Leia Organa una mujer fuerte e independiente formada desde pequeña para aquel trabajo, que ahora se encontraba confusa con su verdadero origen y enamorada del hombre que tenía detrás. Este estaba igualmente enamorado de ella, era algo bribón, aunque eso precisamente le daba su encanto, y bajo aquella apariencia era un hombre leal hacia sus amigos. Finalmente estaba el caballero jedi, un joven con un gran potencial, habido de conocimientos y con una gran responsabilidad sobre sus hombros. Qué lástima que fuera tan joven, pensó para sí Lwaxana.
            – Les presento al anfitrión de este encuentro, el capitán de la Enterprise Jean-Luc Picard – prosiguió cortando aquella conversación –. Y el canciller del Alto Consejo Klingon, el general Martok.
            – Es un honor conocer al hombre que mató a Palpatine – dijo el klingon mirando con su único ojo hacia Luke con gran respeto.
            – En realidad fue Vader, su antiguo alumno, quien acabó con la vida del Emperador, en un último acto de redención – le corrió Skywalker.
            – De todas formas, es bueno saber que el enemigo nos ahorra el trabajo matándose mutuamente – prosiguió Martok.
            – El senador Letant del Imperio Romulano y representante personal del procónsul Hiren – le presentó Lwaxana terminando con los representantes de las potencias presentes.
            – Es un placer alteza, caballeros – replico cortés el romulano –. Les transmito las disculpas del procónsul Hiren, pero no ha podido asistir a esta reunión al liderar nuestras fuerzas en la lucha contra el Imperio. Aun así les envía sus saludos, junto al resto de los supervivientes del senado.
            – Devuelva mis respetuosos saludos al procónsul Hiren y a todo el Senado, hemos oído hablar de la valentía de los romulanos – dijo Leia y luego se giró hacia Martok – y de la bravura de los klingons. Que estén luchando junto a la Federación solo puede presagiar lo estúpido que fue el Imperio al querer someterles. Y que su final está más próximo de lo que imaginan.
            – Sabias palabras – replicó Lwaxana satisfecha por la habilidad diplomática de Leia.
            – Su fama ya llegado incluso hasta nuestra galaxia – intervino Picard cordial –. Es un honor tener a los héroes de la Alianza a bordo de la Enterprise.
            – Y a mí, capitán Picard. Y en estos tiempos de oscuridad, me satisface traerle una noticia que estoy segura le animará – dijo Leia –. Una nave de la Flota Estelar, el USS Spirit, que creían ustedes destruida desde hace años, hace poco que se ha puesto en contacto con la Nueva República en nuestra galaxia.
            – ¿En su galaxia? – preguntó Picard sorprendido –. La Spirit desapareció 2366, conocí al capitán de Lattre de Tassigny.
            – Es una gran noticia – replicó Lwaxana –. ¿Pero cómo fue posible viajar tan lejos?
            – Disculpe que le corrija capitán Picard, le conoce porque aún está vivo, yo misma hablé con él antes de mí partida. Desconozco los detalles precisos, pero su nave fue arrastrada hasta allí accidentalmente. Por lo que me dijo la embajadora Odan su tripulación permaneció escondida durante años preservando la Primera Directriz, y ahora se ha puesto de nuevo bajo las órdenes de la representante de la Federación. Traigo conmigo las cartas de los supervivientes. No sé si será posible entregarlas en estas circunstancias a sus familiares.
            – Estoy segura que les haremos llegar a quien corresponda. Esto es una pequeña vela en esta noche de oscuridad que cubre la Federación, pero una sola vela puede iluminar las tinieblas más lúgubres como si fuera una gran estrella – respondió Lwaxana.
            – ¡Oh! ¡Han empezado sin mí! – intervino una voz aguda desde sus espaldas –. Mi nombre es C-3PO, relaciones cibernéticas humanas...
            – Les presento a mi droide de protocolo – explicó Leia azorada mientras un ser peludo de dos metros, acompañado por otro pequeño androide bajo y cilíndrico entraban en la sala escoltados por Data, así como varios alienígenas más. Poco a poco fueron llegando el resto de invitados: la oficialidad de la Far Star y el resto de naves, así como los comandantes de los escuadrones de cazas rebeldes.


USS Voyager

            – Fecha estelar 54071.2. B’Elanna Torres ha concluido las reparaciones de la Voyager tras nuestro último encuentro con el borg...
            Ese comentario hizo que Kathryn Janeway recordar los implantes cibernéticos que ella misma había tenido y que tan hábilmente el Doctor había sabido extraer. En realidad se encontraba algo molesta y en ocasiones aun los sentía en su cabeza, aunque no estuvieran allí. El Doctor le había dicho que esa sensación, como la de los miembros amputados que aún se sienten, desaparecería al cabo de unos días.
            Sorbió un poco del café bien cargado que tenía sobre su mesa. Todo aquello era parte del pasado y tenía que mirar hacia delante, hacia el futuro. El siguiente capítulo de su odisea aún no estaba escrito y lo afrontarían cuando llegara, no antes, ni después.
            – ... hemos retomado el rumbo hacia la Tierra – prosiguió con la anotación en su diario de a bordo, aunque el sonido de su comunicador y la voz de Seven la volvieron a interrumpirla.
            – Capitán, estamos recibiendo una comunicación. Por un canal de emergencia de la Flota.
            Janeway dejó la taza de café y el PADD sobe su mesa y le ordenó a Seven que pasara la transmisión al puente mientras salía de su despacho. Kathryn estaba esperando aquel momento desde que el doctor había sido enviado a bordo de la Prometheus un año y medio atrás. Al llegar al puente se encontró con un Chakotay que le sonreía incrédulo.
            – Mando de la Flota Estelar a USS Voyager. Adelante Voyager. ¿Me está recibiendo Voyager? Aquí el teniente Reginal Barclay.
            La voz se recibía algo distorsionada y sin imagen.
            – La transmisión procede de unos cien años luz por delante de nosotros – informó Tuvok –. Diría que es auténtica.
            – Mando de la Flota Estelar, adelante… Aquí la capitán Kathryn Janeway. ¿Me recibe?
            – Capitán, soy el teniente Reginald Barclay, del Mando de la Flota Estelar – respondió este con visible emoción en su voz.
            – Es bueno oír su voz, teniente – replicó Janeway conteniendo su emoción –. Hemos estado esperando mucho tiempo este momento.
            – El sentimiento es mutuo, capitán. Transmítanme su posición y pronto estaré con ustedes.
            – ¿En el cuadrante Delta? – le preguntó Janeway con cierta incredulidad.
            – Es una larga historia, capitán. He venido a llevarles al cuadrante Alfa.


            La nave escolta salió del hiperespacio allí donde la Voyager había indicado su posición e inmediatamente Barclay fue llevado a bordo. En la sala del transporte le esperaba el comandante Chakotay.
            – Bienvenido a bordo de la Voyager, teniente Barclay – le saludó este.
            – ¡Lleva uniforme! – murmuró Barclay sorprendido.
            – ¿Cómo dice?
            – El placer es mío comandante – replicó este descendiendo de la plataforma, mientras sus gestos delataban lo nervioso que estaba –. Y por favor, llámeme Reg.
            Chakotay esgrimió una de sus sonrisas de circunstancias y le acompañó hacia la sala de reuniones, donde le esperaba los oficiales de puente y Seven of Nine.
            Con los nervios a flor de piel Barclay explicó a grandes rasgos los acontecimientos que habían asolado la Federación. El desarrollo de la guerra contra el Dominion, la inesperada invasión del Imperio Galáctico hacía un año y la formación de la resistencia unificando las grandes potencias de los cuadrantes explorados. Todas aquellas noticias consternaron a los presentes. Acabó por explicar que la Flota Estelar había estudiado la tecnología del Imperio y habían diseñado multiplicadores de hiperespacio, como el que tenía a bordo de la Traveler.
            – Las especificaciones que les traigo fueron ideadas para la Imhotep, una de las naves supervivientes de la clase Intrepid – dijo Barclay alargándole un PADD –. El multiplicador de hipervelocidad ha de ser diseñado específicamente para cada tipo nave, así que no habrá ningún problema para fabricar uno y realizar las modificaciones que sean necesarias.
            – La tecnología es muy parecida al transcurvatura del borg – replicó Seven tras examinar las especificaciones del padd –. Más simple y arcaico, pero funcionará.
            – Seven, B'Elanna póngase a trabajar – indicó Janeway con energía renovada. Luego se giró hacia Barclay –. Teniente solo puedo decir en nombre de mi tripulación: gracias.


USS Enterprise-E

            Al día siguiente de la recepción Leia Organa y Lwaxana Troi se reunieron en una pequeña sala. Les acompañaba el almirante Sesfan, Solo, Skywalker a una, el capitán Picard, el canciller Martok y el senador Letant a la otra.
            – He leído el informe que me ha enviado la embajadora Odan y el borrador del tratado de cooperación entre la Federación y la Nueva República que ha elaborado – inició Lwaxana la reunión –. Y tras consultarlo con mis aliados aquí presentes, y no hemos visto ningún inconveniente en ratificarlo.
            » En primer punto del tratado hace referencia al reconocimiento mutuo, tanto de la Federación y de la Nueva República, respectivamente. Observando igualdad entre las dos potencias que buscan los mismos objetivos democráticos y de soberanía planetaria. Creando de esta forma una relación diplomática que fundamentará las bases de futuros intercambios culturales, comerciales, jurídicos y defensivos. El canciller Martok como representante del Imperio Klingon le gustaría agregarse y establecer las mismas relaciones diplomáticas. El Imperio Romulano quiere negociar un tratado similar, pero con diferentes bases, aun así el senador Letant desea comunicarles que la intención de su gobierno es firmar un acuerdo – a lo que el romulano asintió –. Otros planetas también están dispuestos a negociar sus propios tratados. Los representantes del Dominion, al carecer de instrucciones específicas, han pedido una moratoria antes de establecer lazos diplomáticos, pero en principio se adherirán a cualquier acuerdo rubricado por la Federación.
            » En el asunto del soporte militar, sus fuerzas nos han enviado un grupo de combate formado por varias naves y cazas espaciales. En contrapartida, la Flota Estelar, las Fuerzas de Defensa Klingon y la Armada Romulana enviarán una fuerza similar a su galaxia para incorporarse a las fuerzas de la Nueva República. Por ahora no podemos comprometernos cuando, pero sí una vez hayamos mermado la capacidad militar del Imperio en la Vía Láctea. A cambio de esta demora, queremos entregarle algunas naves de combate capturadas a nuestro enemigo o cuya tripulación ha desertado, como parte de compensaciones de guerra. En lo que concierne al intercambio de información nuestras organizaciones de inteligencia ya están trabajando conjuntamente y lo único que se ha de hacer es mantener esa colaboración.
            » El esbozo del tratado que hizo Odan también incluía una petición por su parte, la de poder instalar en la un planeta seguro de la Vía Láctea, una factoría de construcción de cazas espaciales. Por nuestra parte no habrá ningún inconveniente y estoy segura que la Flota Estelar les ayudará en la tarea de buscar un mundo adecuado.
            – En el aspecto comercial la Nueva República está temerosa ante la aparición de la tecnología de replicación, que podría dañar gravemente la economía de nuestra galaxia. Por otra parte sabemos que el Imperio ya la posee y su conocimiento y utilización es una poderosa ventaja en sus manos que bien se puede considerar un arma – indicó Organa.
            – Según la Primera Directriz no podemos entregar la esa tecnología, interfiriendo así en el desarrollo de otras especies y en su galaxia no existe nada parecido a los replicadores, ni al transportador. Pero como usted ha indicado, desgraciadamente el Imperio posee en estos momentos esa capacidad, por lo tanto, nos vemos en la necesidad de igualar esa desventaja con nuestros aliados. Aun así la irrupción de los replicadores en su economía sería desastrosa para muchos de sus mundos. Por eso queremos formar un grupo de trabajo sobre este tema para ver el impacto de replicadores en poder del Imperio y la manera que se podrían introducir en su sistema económico e industrial.
            – Veo entonces que no hay ningún inconveniente en firmar el tratado – indicó la princesa Organa satisfecha. Sabía que las negociaciones iban a ser fáciles, pero no tan sencillas. Por lo poco que conocía a la presidenta Troi, la princesa de Alderaan parecía fascinada: era abierta, cordial, directa, pero dura y con una determinación solo igualada por su autoridad moral, que igualaba a la de su padre Bail Organa o a la de Mon Mothma, que lidiaba por cada decisión en lo que se refería a la Nueva República. Había leído la historia de aquella galaxia y ver que aquellos dos antagonistas como los klingons y romulanos, eran guiados por la firme mano de Troi era admirable.
            – Entonces por parte de la Federación podemos firmar el tratado hoy mismo, tras incluir lo que hemos hablado aquí – sentenció Lwaxana Troi.
            – Como representante del Alto Consejo Klingon, también firmaré el tratado – ratificó Martok, que con su ojo tuerto y su profunda voz infundía respeto. A Leia le recordó a los guerreros wookiees, altivos, fuertes y con un gran código de honor.
            – Estoy convencido que nuestras negociaciones serán igual de fructíferas y rápidas y que esta tarde, como representante del Senado de Romulus, firmaré nuestro propio tratado con la Nueva República – indicó Letant con su sonrisa carismática.
            – ¿Y cómo se llamara? – preguntó entonces Solo –. Todo gran tratado ha de tener un nombre digno.
            – Bien, nos encontramos en el sector Epsilon IX – indicó Picard.
            – ¿Qué les parece el Tratado Epsilon? – sugirió Lwaxana y así se quedó.


Tiburon

            Golan se levantó antes del alba, como cuando era un oficial de campaña. Era un hombre de costumbres: primero se duchó, se afeitó y se puso con un uniforme recién planchado, pulcro y perfecto. Desayunó en la cocina mientras miraba los informes de la holored que su ayudante le había enviado aquella noche. Desde que se había convertido en un oficial administrativo estos parecían que nunca acababan. Y cada vez le gustaban menos, por añadidura. Estaban salpicados de problemas: falta de suministros, retrasos en el avituallamiento que se distribuían en los diferentes mundos ocupados, sin olvidar el cada vez mayor número de sabotajes. Pero el informe que más le preocupó era otro de carácter bien distinto y bastante preocupante.
            El general mayor Jerome Golan era el comandante en jefe de uno de los cuatro Grupos de Ejército que el Imperio había desplegado para invadir los Nuevos Territorios. En total tenían casi 900.000 hombres divididos en tres Ejércitos. Tras la victoriosa invasión las tropas se habían dividido en la ocupación del territorio ocupado distribuyéndose a raíz de un Grupo de Ejército por Flota. Las unidades iban desde pequeñas guarniciones en planetas sin importancia estratégica, hasta divisiones o ejércitos enteros en aquellos de vital importancia para el Nuevo Orden. Dejando eso sí, unidades de despliegue rápido para ir allí donde surgiera cualquier enemigo.
            Golan terminó de desayunar y tras despedirse de su esposa, que en aquel momento se levantaba, salió de la mansión que ocupaba y a bordo de un deslizador de mando se dirigió al cuartel general del 31º Grupo de Ejército. Este estaba situado junto a la capital del planeta, en la mayor isla del hemisferio norte. Los cuarteles de la tropa estaban en unos gigantescos complejos prefabricados, donde él mismo tenía las dependencias de su estado mayor y la sede del gobernador de Tiburon, que por añadidura recaía sobre Golan. El gigantesco parque de vehículos estaba situado más al norte, junto a las plataformas de aterrizaje de las esferas de las naves núcleo que utilizaban para desplazarse en los asaltos planetarios. Aquella dispersión era debido a la geología del planeta: las plataformas de las naves núcleo tenían que estar excavadas en la roca sólida para soportar su peso y el único lugar era una península demasiado estrecha para también albergar los alojamientos para medio millón de hombres.
            Al entrar en su despacho convocó una reunión con su jefe de estado mayor, el enlace de la marina y del ubictorado.
            – ¿Qué es lo que ha ocurrido en Relva VII? Por todos los diablos, toda la guarnición ha desertado – preguntó Golan cuando estos se presentaron –. Dudo que desde la Tierra tarden mucho en llamarme para que les informe. Y para entonces quiero saberlo todo.
            – Bien señor – empezó jefe de estado mayor, era un oficial competente con iniciativa y recursos que algún día llegaría a mandar su propio ejército, pero en aquel momento no podía ocultar su incomodidad –. Por lo que nos han contado los supervivientes el cabecilla de la insurrección al parecer fue el segundo de la guarnición, un mayor llamado Gharon. Todo empezó hace una semana, cuando un oficial se negó a ejecutar a varios colonos como represalia a un sabotaje en el sistema energético. Este teniente fue encarcelado y los colonos castigados debidamente. El comandante de la guarnición no informó del suceso, esperando arreglar la situación por él mismo y tras un consejo de guerra, el teniente iba a ser ejecutado frente a los hombres del 1.031º Regimiento de Infantería Motorizada del Ejército, al que pertenecía. En ese momento el mayor Gharon asesinó a su comandante. Los acontecimientos se sucedieron rápidamente y al parecer la mayor parte de los hombres y oficiales de la guarnición se le unieron. Tras acabar con los leales al Nuevo Orden, pidieron que la Armada les enviara una nave de apoyo. Esta envió una fragata y tras tomarla por la fuerza, cerca de doce de los catorce mil hombres de la guarnición abandonaron el planeta. Al parecer también tenían a su disposición varios transportes civiles.
            – ¿Saben dónde están ahora?
            – No señor – replicó su enlace con la IV Flota –. El almirante Vantorel acaba de desplegar una escuadra en los sectores cercanos para localizarlos.
            – ¿Su departamento sabe alguna cosa? – le preguntó al responsable de inteligencia.
            – La unidad pertenecía al 33º Ejército – respondió este con la seguridad y arrogancia que caracterizaba a los oficiales del ubictorado – y estaba formada por reclutas forzosos de planetas del Núcleo, excepto el cuerpo de oficiales y suboficiales de mayor rango. Eso es lo peor de todo: el mayor Gharon se había destacado en la Academia de Entrenamiento de Oficiales del Ejército de Raithal. No es el único caso, aunque sí el peor. El primero que conozco fue hace un mes: cuando una corbeta con 78 tripulantes abandonó su misión y desapareció. Se pensó que había sido un sabotaje, pero tras la investigación se comprobó que las familias de los oficiales y tripulantes también habían desaparecido. Y las deserciones individuales, por parejas o en pequeños grupos son cada vez más numerosas: roban una nave o se cuelan en un carguero.
            – ¿El OSI está haciendo algo para atajar esto? – preguntó el enlace naval.
            – Se han incrementado las represalias. Los desertores apresados son ejecutados sin dilación y a las unidades que pertenecían se las sanciona para que sus miembros eviten las deslealtades de sus compañeros – hizo una pausa y miró a los presentes. Representaba a la Oficina de Seguridad Imperial, los encargados de velar por el cumplimiento de la lealtad hacia el Nuevo Orden entre los soldados, oficiales y administrativos de todo el Imperio. Así que se guardó bien de decir lo que pensaba de aquellas represalias, convencido que estas habían sido las causantes de la deserción de lo que equivalía a una división en la Vieja República: doce mil soldados.
            La reunión prosiguió media mañana, entonces Golan recibió una comunicación desde la Tierra.


USS Enterprise-E

            La firma del Tratado de Epsilon con la Nueva República se hizo efectiva y Lwaxana Troi partiría a bordo del Osadía para reunirse con el resto del alto mando de la resistencia. Pero antes tenía que dar otras órdenes, así que se citó con Picard en sus habitaciones privadas poco antes de su partida.
            – Bien Jean-Luc, fue una lástima que nos breen no acudieran a la reunión – dijo ésta después de sentarse en el sofá que quedaba debajo de las ventanas exteriores –. Aunque conociendo su forma de ser, aislacionista y reservada, tampoco es de extrañar. Espero que la siguiente misión sea más fructífera.
            – Yo también. ¿Con quién nos hemos de reunir?
            – ¿Conoce a los xindi?
            – Poco – admitió Picard –. Sé que en el siglo XXI atacaron la Tierra sin previo aviso y que el capitán Archer, a bordo de la primera Enterprise, logró firmar la paz. La Federación no ha tenido muchos contactos con ellos. Viven en la zona denominada la Expansión Delphica y poco más. No recuerdo haber conocido a ningún xindi.
            – Así es lo que la historia explica y básicamente esos hechos son ciertos. El capitán Archer supo que el arma con la que los xindi atacaron la Tierra en el 2153 era tan solo un prototipo de una mayor – le explicó Lwaxana –. Sus órdenes eran eliminar el arma definitiva que querían utilizar para destruir el planeta y exterminar a los humanos. Y Archer logró su objetivo. La mayor parte de esa misión está clasificada debido sobre todo a sus implicaciones temporales.
            – ¿Temporales?
            – Así es. El Departamento de Investigación Temporal por motivos obvios no está sometido al Operativo Omega, pero todo su personal evacuó la Tierra junto al almirante Paris. Desde el primer momento su responsable, el almirante Minoru Genda, se ofreció a colaborar en todo lo que pudiera en la lucha contra el Imperio, dentro de las limitaciones de lo que le permite la Primera Directriz Temporal. Su sugerencia fue pedir ayuda a los xindi.
            – ¿Y porque cree que los xindi nos ayudarán? Atacaron la Tierra.
            – Porque los xindi formarán parte de la Federación.
            – Comprendo – respondió pensativo.
            – Sugerí que fuera usted quien se dirigiera a la Expansión Delphica y Genda estuvo de acuerdo. Así que un miembro de su departamento será asignado a la Enterprise. El teniente DeLorean, creo que se llama. Él le proporcionará toda la información relacionada con los xindi que posee la Federación. Yo misma le he autorizado para que tenga acceso a los diarios de a bordo de la Enterprise de Archer y todo lo relacionado con esa raza.
            – ¿Cómo han ido el resto de conversaciones con otras potencias? – preguntó Picard antes de salir de las habitaciones de Lwaxana.
            – Mejor de lo que se esperaba. Los gorn, que ya ocultaron nuestras naves en su territorio y a muchos otros refugiados, ya han firmado una alianza con nosotros. Cuando llegue el momento lucharán a nuestro lado. Siempre supieron que solo era cuestión de tiempo que el Imperio les invada a ellos también y luchar es la única manera de prevenir lo inevitable. Los tholianos también se unirán a nosotros, impresionados tras sobre todo la alianza entre los romulanos, el Dominion y la resistencia cardassiana.
            » Jean-Luc, poco a poco estamos construyendo una alianza con potencias que nunca antes se habían unido en un objetivo común. Enemigos desde hace centurias, llenos de recelos los unos de los otros, ahora están colaborando estrechamente. Tal vez después de todos los sufrimientos, de esta invasión salga algo bueno, y superemos las tensiones que antes existían entre nosotros. Solo espero, y debemos trabajar en pos de ello, que esta alianza que estamos forjando se alargue en el tiempo una vez expulsemos de nuestros mundos a nuestros enemigos.


USS Unicorn

            La nave científica de tipo Raven permanecía a menos de un año luz de la posición que ocupaba por otra nave.
            La odisea de la Unicorn se había iniciado en los astilleros de Antares, donde permanecía sin servicio mientras durara la guerra contra el Dominion. Su tipo era un modelo civil diseñado que medía unos escasos 90 metros para desempeñar funciones de transporte de mercancías y pasajeros, ambulancia de corto alcance y también misiones científicas de corto alcance. En su caso normalmente estaba asignada a alguna academia de ciencias planetarias especializada en fenómenos espaciales, por lo que contaba con sofisticados sensores, aunque apenas tenía armamento y defensas. Por eso cuando la Federación se preparó para librar una guerra a gran escala contra el Dominion, donde esta poco podía hacer, envió aquella pequeña nave a un retiro temporal. Cuando el almirante Shaath ordenó la evacuación de Beta Antares IV habían reunido todas las naves disponibles: incluyendo la Unicorn. Abarrotada con ingenieros y sus familias, había seguido al resto de sus compañeras de peregrinaje hasta la base Laredo.
            Cuando la presidenta Troi indicó que buscar a los supervivientes de la Flota Estelar era una prioridad, alguien pensó que aquella pequeña y sigilosa nave podía hacer perfectamente aquella tarea. La equiparon con un sistema de ocultación y le asignaron una dotación de 20 tripulantes y oficiales, todos ellos pertenecientes a la USS Magellan, que habían sido rescatados por la USS John Kelly durante la defensa de la Base Estelar Earhart. En su primer viaje habían localizado al grupo del USS Zhuzov que habían luchado en Peliar Zel y después de eso se habían especializado incursiones a planetas ocupados para obtener información o rescatar a personas perseguidas por el Imperio, incluyendo a varios dignatarios y embajadores para formar de nuevo el Consejo de la Federación, labrándose una merecida fama de lograr siempre regresar, por muy peligrosas que fuera la misión. Unos meses atrás había sido dotada con un nuevo sistema de invisibilidad de fase instalado por los romulanos. El teniente Narod, capitán del Unicorn, era un caitian, el mejor rastreador y cazador de su camada y siempre había sabido que iba a ingresar en la Flota Estelar y durante los últimos meses habían sido sus instintos felinos los que les habían llevado a sortear y superar muchos peligros.
            De regreso de una misión en el sistema Thanatos, en una de las paradas para verificar los cálculos astrométricos y cambiar de ruta del hiperespacio, habían detectado una nave imperial. Esto no hubiera sido extraño sino fuera porque esta se encontraba en medio de la nada, sin moverse. Narod ordenó acercarse y empezó a observarles con detenimiento. A simple vista era una nave común: un transportador Escolta, de 500 metros de largo y una gran estructura capaz de llevar hasta 72 cazas TIE. Lo extraño era que era una nave muy escasa en la Vía Láctea, donde se sabían que el número de cazas se había reducido en más de dos tercera partes de lo normal en las fuerzas imperiales. Al ver aquella nave, Narod supo que estaba frente de algo importante.
            – Hemos terminado el escaneo – informó su oficial científico –. No detectamos que tenga ninguno de los 6 escuadrones de cazas que debería tener, además el hangar principal está sellado. Sí hay una gran cantidad de elementos electrónicos de diferente origen, sobre todo sensores subespaciales.
            » ¿Informamos a la base?
            – No… – respondió pensativo Narod y se alisó los finos bigotes que le sobresalían del rostro, gesto que siempre hacía cuando estaba reflexionando una estrategia –. Observaremos más tiempo.
            Había detectado a la Drez Roja en pleno trabajo.



Continuará…

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