viernes, 12 de febrero de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 6

Operativo Omega
Capítulo 2
Segunda parte.


USS Defiant

            Sintió una punzada en el cuello y poco a poco empezó a volver en sí. Abrió los ojos lentamente, estaba aturdido y le dolía la cabeza, como si un grupo de herreros se dedicaran a martillear sin cesar. Por suerte la visión doble se disipó enseguida y pudo enfocar mejor. Se encontraba en la pequeña enfermería de la Defiant estaba abarrotada, los heridos ya no cabían en las camas, por lo que otros tantos estaban estirados por el suelo. A su lado estaba Dax, su fiel amiga, su viejo mentor.
            – ¿Y la batalla? – farfulló Sisko.
            – Para nosotros ha acabado, Benjamin – dijo Ezri con una media sonrisa.
            – Deep… – Siko no continuó cuando Ezri negó con la cabeza.
            – ¿Cuántos han sobrevivido? – prosiguió con debilidad.
            – Que nosotros sepamos, nadie más – continuó Ezri con pesar. Benjamin cerró de nuevo los ojos y se quedó pensativo un tiempo en los camaradas caídos, en los amigos que habían tenido que dejar atrás. Luego los abrió de nuevo.
            – ¿Qué daños tiene la Defiant?
            – O’Brien ha vuelto a activar el reactor y está intentando reparar la curvatura, pero no superará el factor 4. Los escudos están fundidos, solo tenemos los cañones phaser de estribor, los sensores están a un 35% y la integridad estructural al 46%. Es un milagro que el sistema de ocultación funcionara, sino, no habríamos podido escapar.
            – ¿Cuántas bajas hemos tenido?
            – Cinco muertos y una docena de heridos. Algunos graves. Pero la enfermera Bandee lo tiene bajo control. Hemos recibido una señal de la Estación Lya Alfa. Está siendo atacada.


Kora II

            Los restos de las naves del jem’hadar y cardassianas flotaban alrededor del segundo planeta del sistema. La lucha, librada varios días atrás, había sido encarnizada como era costumbre entre las dos belicosas razas, y sin la llegada de las fuerzas imperiales era muy posible que la suerte se hubiera decantado a favor de los primeros. Pero finalmente los cardassianos pudieron celebraban la derrota de sus antiguos aliados a los que habían llegado a odiar profundamente.
            Aprovechando la presencia de la Academia Militar en el planeta el legado Broca había concentrado a fuerzas leales pertenecientes a la 10ª Orden cardassiana, que había mandado antes de que le encumbrara a líder de Cardassia tras traicionar a Damar. Aprovechando la sorpresa el ataque se inició contra los astilleros que usaba el jem’hadar para ensamblar sus naves. Y aunque superado en número los fanáticos guerreros clonados de los fundadores no tardaron en empezar a arrinconar a las fuerzas de Broca. Solo la llegada del escuadrón del capitán Fusch, al mando de tres veteranos destructores de las Guerras Clon de la clase Legacy, había decantado definitivamente la batalla contra las fuerzas del dominion.
            Pero la ayuda allí no había sido desinteresada, ya que aquel remoto sistema guardaba unas instalaciones de importancia capital. En uno de los asteroides que orbitaban alrededor del planeta se había construido una factoría de clonado vorta y del jem’hadar y el ataque a los astilleros era una mera distracción para alejar los tres escuadrones que la protegían. Una vez las naves se alejaron de la base se inició el asalto cuidadosamente preparado por el capitán Broan del crucero Sark.
            Sabedor que los fundadores tenían tecnología capaz de descubrir naves ocultas, simplemente había decidido surgir del hiperespacio junto al campo de asteroides y tras internarse en este a gran velocidad había disparado sus diez cañones de iones sobre la base neutralizando sus defensas. Inmediatamente después lanzó su escuadrón de cazas TIE para escoltar a las lanzaderas de asalto Gamma cargadas de soldados Cero-G que penetraron sin perder tiempo en las instalaciones. Los encarnizados combates se alargaron varias horas y tras la muerte del último jem’hadar la base había caído para gloria del Imperio.
            Broan se consideraba un hombre audaz, sin miedo a nada y mucho antes del final de la lucha se había trasladado al interior del centrode clonación junto a un escuadrón de stormtroopers para tomar posesión en nombre del Emperador.
            Ahora, días después, observaba en el muelle de atraque como una corbeta antibloqueo corelliana alargaba un cordón de acoplamiento. A su alrededor los efectos de la lucha eran evidentes: cascotes repartidos por el suelo, trozos de roca arrancada por las explosiones y de mamparos, las marcas del humo de las explosiones y las llamas de plasma que se había tardado horas en extinguirse en las paredes, junto aquel dulzón hedor a carne quemada. La puerta hidráulica rodó sobre sí misma y apareció un alto oficial del ubictorado, la Inteligencia Imperial, acompañado por dos alienígenas que tuvieron que inclinar sus cuellos para poder entrar. Broan tenía mucha curiosidad por conocerles, en realidad por verlos, desde que le habían explicado la importancia de las instalaciones y ordenado planear aquel ataque. Como humano se había criado a bordo de una nave de carga y había visitado infinidad de mundos, aun así desconocía la existencia de aquella raza de seres acuáticos. Tenían una piel violácea y medían más de dos metros y a pesar de poseer cuellos cortos y alargados sus movimientos eran elegantes, lentos en realidad. Lo que acentuaba la apariencia que con sus grandes ojos oscuros lo observaran todo con sumo detenimiento.
            – Capitán informe de la situación de la base – le pidió el coronel Yulen del departamento de tecnología del ubictorado.
            – Sí señor. El ataque con iones impidió que se pudiera sabotear la instalación de clonación de manera masiva, aun así algunas partes fueron dañadas parcialmente por los técnicos vorta, pero el ordenador central, con todos sus datos, está intacto. Así como muchas cubas de maduración, señor – puntualizó orgulloso, y Yulen asintió satisfecho –. Como se ordenó hemos catalogado toda la maquinaria y estamos listos para desmontarla y empaquetarla. Los combates alcanzaron el reactor, pero la energía está siendo transferida desde el Sark. También hicimos numerosos prisioneros entre los científicos vorta. Parece ser que no aplicaron su implante de terminación. Supongo que quedarse sin la posibilidad de clonarse, les quitó las ganas de morir por sus dioses.
            – Excelente capitán – indicó él alienígena con complacencia, tenía una voz suave, casi melodiosa. Con un gesto suave se giró hacia Yulen –. Ahora me gustaría ver las instalaciones de las que me ha hablado tanto.
            – Síganme por aquí – indicó Broan y se internaron en el asteroide. Pronto empezaría a desmantelar las instalaciones y cargarlas a bordo del Sark bajo la atenta mirada de los dos kaminianos, los expertos clonadores del imperio.


Base Estelar 153

            Las instalaciones estaban desiertas, en el centro de operaciones tan solo estaba el comandante de la estación y varios oficiales voluntarios. Era la única base estelar que no había sido atacada en el sector, antes lo habían sido la 24, la 93 y la 127 acaba de transmitir la detección de una fuerza hostil. Tampoco había naves disponibles, el grupo de tareas formado por el Wellington, el Mam’rock, la Rinlg y el Soval había sido enviado a proteger la Base Estelar 24 y su colonia de A’Sings IV, la más poblada del sector y que presumiblemente habría sido destruido junto a esta. Por tanto era lógico suponer que ellos serían los siguientes. Esta era un lugar sin mucha importancia: no tenía instalaciones orbitales, tan solo unos edificios en la superficie junto a una colonia tallarite. Su época dorada había sido poco después de la Guerra de los Cuatro años contra los klingons el siglo anterior, cuando se encontraban cerca de su frontera y eran un puesto logístico para las naves que la patrullaban. Ahora se encargaba normalmente del soporte científico, con lo que estaban equipados con laboratorios biológicos y exobiológicos bastante buenos. Otra tarea que realizaban era de tránsito y abastecimiento, así como cierto apoyo básico para reparaciones de poca magnitud. Las defensas eran mínimas: escudos deflectores para el recinto, varios cañones phasicos planetarios anticuados y los módulos de armamento para las tres runabouts de la clase Danube, así como armas ligeras para el personal, nada más.
            Ante el inminente ataque el comandante Jordan había ordenado la evacuación total del personal de la base: ochenta y cinco personas y sus familias que se habían escondido entre los ciento sesenta mil civiles de la colonia.
            – Detecto una nave descamuflándose – informó el oficial de seguridad –. Es un crucero klingon de la clase Vor’cha.
            – Abran comunicación – ordenó Jordan. No estaban lejos de la frontera del Imperio y ya habían pasado varios transporte cargados de civiles escapando de los combates, pero sí era la primera nave de guerra que lo hacía.
            – Aquí el capitán Klag, del DIlyum. Nuestra nave está seriamente dañada, solicitamos a la Federación soporte técnico – dijo el klingon que apareció en la pantalla. Jordan observó la pantalla de datos de los sensores, la nave mostraba impactos en la parte de babor del casco, sobre todo en la sección de ingeniería y su parrilla energética mostraba peligrosas fluctuaciones.
            – Estamos esperando un inminente ataque, capitán Klag – empezó a decir Jordan… pero entonces se dio cuenta de lo que representaba aquella nave –. Pero les ayudaremos en todo lo que esté a nuestro alcance. Transmita un informe con sus averías y enviaré a mis ingenieros.
            – Gracias, comandante…
            – Jordan – se presentó este mostrando su mejor sonrisa –. Mark Jordan. Por cierto, comandante Klag, hemos solicitado una evacuación de la base, pero no queda ninguna nave disponible en el sector…
            – Prepare a sus hombres para la evacuación, comandante – le interrumpió Klag para el cual no era difícil adivinar las intenciones del humano. Nunca olvidaría el primer encuentro que tuvo con un oficial de la Federación a bordo del crucero Pagh, cuando era primer oficial del capitán Kargan. Aquello reafirmó lo que había pensado hasta entonces de los humanos y de la Federación: eran imprevisibles. Pero Riker le había enseñado un par de cosas más: también podían ser ingeniosos y honorables, a su manera claro está. Y tras sus contactos durante la guerra contra el Dominion se había reafirmado en que el futuro del Imperio pasaba por aliarse con la Federación –. También tenemos numerosos heridos…
            – Los transportaremos a nuestra enfermería.


            Varias horas después el DIlyum permanecía en órbita mientras los ingenieros trabajaban a marchas forzadas en reparar el reactor de estribor. Era el único que permanecía en línea y habían tenido que canibalizar partes del de babor, por otro lado inservible tras la batalla, para dejarlo operativo. Lo más complicado de las reparaciones había consistido en combinar la tecnología de refrigeración, gravemente dañado, con los repuestos de la Flota. Pero finalmente había logrado ensamblar el generador criogénico usado en uno de los laboratorios de la base estelar con el reactor klingon. Por lo menos de esa manera el único reactor que ahora tenía el crucero no se convertiría en una bola incandescente. Lo que no habían podido reparar era la barquilla de curvatura de babor, ya que las piezas eran demasiado grandes para ser replicadas.
            – Creo que aguantará capitán – dijo el ingeniero klingon asintiendo pesadamente, como si su melena canosa le pesara. En realidad le pesaba el cansancio, pensó su capitán, después de apenas haber descansado en los últimos cuatro días, tras salir de la carnicería que había sido la defensa de Qo’noS. Y si estaba vivo para luchar otro día era gracias a su maestría. Segundo ingeniero, había tomado el control tras la muerte de su superior en la explosión del sistema de refrigeración y desde entonces habían mantenido el reactor en funcionamiento y sin que se fundiera debido al calor.
            – Entonces, podemos marcharnos – replicó Klag que se giró hacia Jordan, que estaba a su lado. Este asintió satisfecho.
            – Detecto puntos de distorsión dimensional – informó entonces uno de los técnicos klingons del puente. En su voz se podía notar cierto nerviosismo.
            – Activen el sistema de ocultación. ¡Ahora! – ordenó Klag sin apartar la mirada de la pantalla. La iluminación del puente se oscureció y frente a él apreció un reducido grupo de naves –. Envían a las naves más pequeñas.
            – ¿Usted cree que eso es pequeño? – le preguntó Jordan, que no reconocía ninguna de ellas, señalando a la más grande, que debía de medir 600 metros de largo, tanto como una nave Galaxy.
            – Sí, comandante. Esa es una nave pequeña – replicó Klag con pesar, recordando la batalla que se había librado contra la flota enemiga en Qo’noS –. Pequeña.
            Segundos después el veterano Dreadnought se colocaba en órbita y empezaba a disparar contra las instalaciones de la Base Estelar 153 reduciéndolas a escombros.
            – ¿Toda su dotación había sido evacuada? – se quiso cerciorar Klag.
            – Toda gracias a Dios. Junto a las lanzaderas y aquello que nos puede ser útil.


Deep Space Nine

            El almirante Vantorel se sentó en la silla que antaño había ocupado gul Dukat y el capitán Sisko. Había estudiado las carreras de todas las personalidades del sector incluyendo la de aquellos dos oficiales, pero había sido Sisko el único al que había llegado a respetar. Si había algo que le diferenciaba de otros oficiales de alto rango de la Flota Imperial, sin contar por supuesto su ascendencia alienígena, era su afición a leer los informes de inteligencia. Cuando le indicaron cual iba a ser su misión en aquella macro invasión no cesó de pedir más y más datos sobre aquellos territorios. Y cada vez estaba más fascinado.
            Siempre había anhelado ingresar en el cuerpo de cartografía y explorar los rincones desconocidos de la galaxia, por eso se había enrolado en la Marina Imperial. Aunque no le había sido fácil y tan solo gracias a los contactos de su abuelo, antiguo oficial de la república había logrado que le dejaran alistarse. Todo porque su madre era solo medio humana. Aun así tan solo había podido llegar a técnico auxiliar y destinado a un viejo patrullero. Pero todo cambió durante un ataque de unas naves renegadas al sistema en el que servía. Durante la batalla un disparo certero de un caza destruyó el puente de la patrullera, sin oficiales pero con el motor y las armas en funcionamiento, él había tomado el control y empezó a abrir fuego contra los cazas que en aquel momento le daban la espalda. Destruyó cuatro antes de que estos pudieran reaccionar, el tiempo necesario para que la batalla se volviera a su favor. Aquel acto no pasó desapercibido para Lord Darth Vader que buscaba buenos oficiales para la marina en constante expansión y le envió a la Academia Imperial de Raithal. Allí sus compañeros le habían hecho el vacío y había soportado estoicamente las burlas, las novatadas y el desprecio. Pero aquellos intentos de humillación habían forjado un carácter frío, fuerte, sin escrúpulos. Se concentró en la disciplina y de su promoción había alcanzado el mayor rango en el menor tiempo. Era el número uno.
            Y ahora se encontraba al mando de parte de una galaxia desconocida, con los poderes equivalentes al de un gran moff. Pero lo mejor de todo era que se encontraba en un lugar nuevo, misterioso y lleno de sorpresas.
            – Almirante – le interrumpió la voz del capitán Adel –. El general Lepira ha llegado con los prisioneros que ha hecho en Bajor.
            – Perfecto, que pasen – ordenó este y cuando vio llegar al primero se levantó.
            Escoltado por dos stormtrooper entró el primer ministro Shakaar: un antiguo luchador de la resistencia bajorana, un hombre con el que tenía que tener cuidado. Estaba esposado, así que ordenó que le quitaran los grilletes y que los soldados esperaran fuera –. Siento haberle traído de esta forma, primer ministro. Mis disculpas.
            – ¿Quién es usted? – preguntó el bajorano con arrogancia. Shakaar tenía delante a un humano de facciones rectas y duras, con unos ojos de un azul profundo y mirada penetrante, con la gorra metida hasta taparle las orejas.
            – Cierto, no me he presentado. Soy el almirante Vantorel. ¿Quiere tomar alguna cosa? – le preguntó cortes.
            – No. Lo que me gustaría saber quiénes son y de dónde proceden.
            – De una galaxia muy, muy lejana – dijo Vantorel sentándose y le hizo un gesto a Shaakar para que hiciera lo mismo. Este dudó y aunque sabía que no tenía muchas posibilidades de resistirse en aquel momento se mantuvo de pie, desafiante –. Y somos el Imperio Galáctico. Sé que eso no le dice mucho. Lo que sí es importante es saber que estamos aquí, hemos derrotado a todas las grandes potencias de los cuadrantes Alfa y Beta y nos quedaremos mucho tiempo.
            » Por eso, primer ministro Shaakar, quisiera que en nombre de Bajor firmara la Carta Imperial. Para su información no es ninguna rendición, nosotros no tenemos ninguna disputa con el pueblo bajorano, todo lo contrario, deseamos su alianza. Este documento regula los derechos y las responsabilidades de los mundos bajo nuestra tutela. Entre los cuales está nuestra protección militar, derechos de paso por su sistema, utilización de los recursos, tributos y cosas por el estilo. ¿Firmará la Carta Imperial?
            – Nunca – respondió con firmeza, pero solo confirmando un hecho.
            – Me lo imaginaba. Para su información su sistema político y social, la seguridad interna, así como la administración gubernamental de Bajor y sus colonias permanecerán bajo la tutela total de su gobierno. Exceptuando claro está, Deep Space Nine que quedará bajo nuestro control absoluto.
            – Jamás firmaré algo semejante a eso – contestó Shakaar con determinación. Había nacido durante la invasión cardassiana de su hogar y había luchado hasta conseguir liberarlo. No iba a hacer nada que lo pusiera de nuevo bajo el yugo de otra potencia opresora.
            – Sabía que no lo haría, pero debía intentarlo. He leído bastante sobre usted y creo que en parte deseaba conocerle personalmente. Pero no se preocupe, ya encontraré a alguien que lo haga. Buenas tardes primer ministro – se despidió Vantorel. Los dos soldados de armadura blanca entraron en el despacho y se llevaron a Shakaar. El almirante observó como el primer ministro se alejaba: camina erguido y altivo, con el orgullo de un granjero que se había convertido en líder de su pueblo tras luchar en guerrilla. Se alegró de no haber tenido que luchar contra él y que hubieran rendido la capital sin derramamiento de sangre. Lepira ya le había dicho que este jamás se doblegaría, por eso había traído a un segundo candidato y le había indicado la manera de convencerla: adulándola. El almirante se dirigió a su ayudante –. Que traigan a kai Winn.


USS Europe

            La nave de la clase Nebula se puso en órbita alrededor del planetoide llamado Memory Alpha. Sus órdenes habían sido transmitidas a través del Código 47 por la almirante Nechayev. Debían dirigirse hacia la gran biblioteca donde se almacenaban todos los conocimientos históricos, culturales y científicos de todos los planetas de la Federación y transferir cuanta información pudieran en sus ordenadores. Varios años atrás, la Europe había sido una de las naves destinadas a un programa de ampliación de memoria de su ordenador central, y desde el 2371 con los sofisticados packs de gel bio-neural que habían decuplicado su capacidad original. El programa estaba ideado para dotar a la Federación con la capacidad de evacuar una importante capacidad de datos informáticos ante un desastre de nivel planetario, como había ocurrido en el caso de Bynaus en el 2364. Aun así, durante el viaje habían tenido que hacer espacio dentro del ordenador central para que toda la información prevista pudiera caber.
            – Comuníquese con la biblioteca y salúdeles – ordenó la capitana Nera Sul, una de las primeras comandantes bajoranas de la Flota –. Dígales que se preparen para volcar sus archivos en nuestro ordenador.
            En la pantalla apareció un hombre menudo, un enano de amplia sonrisa. Había llegado hasta aquellas instalaciones tras años de viajar por las estrellas desde que había abandonado a sus compañeros planonianos a bordo de la Enterprise de Kirk en el 2268.
            – Soy Alexander, el administrador general. Todo está dispuesto para transferir los datos – indicó este.
            – Gracias, señor Alexander – replicó Nera Sul –. No podemos perder tiempo, hemos de empezar inmediatamente. Solo quería decirle que si así lo desean podemos evacuar a su personal no esencial.
            – Se lo agradezco, capitana. Pero ustedes copian solo una parte de toda la información que nuestros ordenadores almacenan, mi deber y el de mis compañeros es evitar que el resto se pueda perder – explicó el pequeño responsable –. Aun así una parte de la pequeña colonia del planeta sí ha expresado su temor ante la ocupación. No son muchos, pero así que prepararemos el traslado de los investigadores que sí desean ser evacuados de nuestra instalación.
            – Prepararé la nave para poder llevarnos a cuantos quieras. Buena suerte, Europe fuera – indicó su capitán y en la pantalla volvió a aparecer las instalaciones de la superficie del planetoide.
            – Controlaré el volcado para que no colapsen las conexiones – le indicó su primer oficial trill, saliendo del puente.
            El proceso iba a ser largo y delicado, una sobrecarga en el sistema y el ordenador se podría colapsar y no serviría de nada todo el trabajo realizado.
            – ¿Cuánto tiempo estima que tardará el volcado? – le preguntó a su oficial científico.
            – Cinco horas, treinta y tres minutos – replicó Peter Garrot.
  

Stolen

            – Las lecturas son correctas, no hay duda – dijo Seskal tras comprobar de nuevo los ordenadores –. Hemos encontrado a la Defiant.
            – O alguna nave romulana… – puntualizó Garak con una de sus sonrisas sarcásticas. Damar le miró y se preguntó si alguna vez podría acostumbrarse a aquel cínico y retorcido torturador de la Obsidian Order. Recordaba el odio que le procesaba Dukat, aunque los sentimientos de su mentor eran sobre todo personales ya que Garak había arrestado y ejecutado a su padre. El sastre de DS9 declaraba su patriotismo hacia Cardassia, pero no había dudado en prestar sus servicios a la Flota Estelar para luchar contra sus propios congéneres antes de que él se revelara contra los fundadores. Mientras que en los últimos meses en los que habían luchado a su lado le había servido fielmente, pero estaba seguro que le traicionaría a la primera oportunidad, si con ello ganara algo o su seguridad estuviera en peligro. En lo único que podía estar seguro de Garak era no podía fiarse de él.
            – Comuníquese con la nave oculta – ordenó Damar y segundos después apareció en la pantalla el inconfundible rostro klingon del comandante Worf.
            – Imaginaba que eran ustedes, pero no teníamos la certeza – indicó Worf.


            – ¿La destrucción fue masiva? – preguntó Sisko sentado con el resto de sus oficiales y los dos cardassianos en el pequeño comedor de la Defiant. Estaba consternado ante el relato de la devastación que había sufrido Cardassia Prime.
            – Calculamos que murieron más de ochocientos millones – indicó Damar.
            – La flota del dominion fue completamente aniquilada – prosiguió Garak como si buscara algo positivo en aquella barbaridad –. Ya fuera por la onda expansiva o por el ataque siguiente a la explosión.
            – Poco después Broca lanzó un llamamiento desde Ventani II a todas las fuerzas de la milicia cardassiana para unirse bajo mundo y expulsar a los resto del jem’hadar de nuestro territorio – explicó Damar –. No creo que sea casualidad que enviara un mensaje tan poco tiempo después de la destrucción de Cardassia Prime. Además unidades de la 10ª Orden, que había liderado durante la guerra, lanzaron ataques contra las últimas bases del dominion. Estaban demasiado bien coordinados en el tiempo, como para ser espontáneos.
            – Ni que escogiera precisamente Ventani II para enviar ese mensaje – puntualizó Garak –, allí es donde nació Tret Akleen, padre del Imperio Cardassiano y por eso es un lugar sagrado para muchos de nuestro pueblo. Numerosas unidades han expresado su intención de seguirle.
            – ¿Sugiere que Broka conocía la existencia de ese Imperio Galáctico antes del ataque? – preguntó sorprendido Sisko.
            Damar no respondió, pero su expresión era pesimista.
            – Broca es un hombre oscuro – respondió Garak –. Llegó al mando de la 10ª Orden tras la muerte de su predecesor, digamos que en misteriosas circunstancias. No hubiera sido el primer candidato si no hubiera liderado el victorioso ataque a Betazed. Eso le catapultó al mando de la orden. Curiosamente esa ofensiva está rodeada de cierto misterio ante como el Dominion pudo sorprender a sus defensores que les superaban en número.
            Sisko asintió recordando que la 10ª Flota, que debía proteger el planeta y sus colonias periféricas, se encontraba precisamente de un ejercicio de entrenamiento y no había podido reaccionar a tiempo para prevenir la invasión. Desde allí su enemigo amenazaba a Vulcano, Tellar, Alfa Centauri y Andoria.
            – Lo que está hecho, hecho está – intervino Damar con autoridad, zanjando aquella conversación estéril –. Ahora nos hemos de centrar en nuestro enemigo común.
            » No puedo imaginarme quien ha podido causar tantos daños en tan poco tiempo – reflexionó Damar. Los romulanos, luego klingons, y ahora la Federación y el Dominion de un solo golpe –. ¿Qué es lo que pretende hacer ahora, capitán?
            – Resistir – dijo Sisko con pesar –. Deep Space Nine ha caído, así como las naves que la protegían. Nosotros sobrevivimos gracias al sistema de ocultación. El sector 001, Andoria, Vulcano y muchos otros ha seguido la misma suerte. Pero resistiremos. Buscaremos otras naves y continuaremos luchando.
            Damar se quedó admirado de la determinación de Sisko. En poco tiempo había llegado a respetarle. Cuando se había alzado en contra de la tiranía y el desprecio que procesaban los fundadores a cardassia, no había dudado en prestarle ayuda. Se había implicado personalmente en ello, dejando aparte los resentimientos que podía albergar contra su antigua enemigo para luchar codo con codo con ellos. Les había ofrecido parte de su personal como Kira, Odo y Garak, estando seguro que Kira no hubiera aceptado colaborar con él sin la petición expresa de Sisko.
            – Cuente con mi ayuda capitán – respondió Damar con sinceridad –. Su enemigo también es el de cardassia. Ellos arrasaron la mitad de mi planeta y mataron a millones de los míos. No pienso quedarme con los brazos cruzados y pienso buscar justicia.
            – Se lo agradezco, legado.


El Conqueror

            – No se han producido problemas, salvo en Utopia Planitia – informó uno de los oficiales de enlace –. Parece ser que algunos técnicos sabotearon los ordenadores y reactores de los diques secos.
            – Que no se demoren las reparaciones – cuanto antes empecemos, menos problemas tendremos, pensó el gran moff. Durante unos instantes se quedó observando la enorme estación orbital que tenía forma de hongo situada no lejos, sobre aquella esfera azul y que se veía desde el ventanal de su despacho situado en la torre de mando del superdestructor. Había pensado de utilizarla como centro de detención, así como base suministros y de reparaciones para sus naves… Pero ahora que la miraba detenidamente le pareció demasiado hermosa para acabar como una vulgar prisión orbital. Había algo que le atraía, una majestuosidad y una elegancia digna de un palacio en las estrellas.
            Por debajo de ellos, en la Tierra, sus fuerzas de asalto completaban la ocupación del sistema central de la Federación, su corazón y su alama. Y como aquel, otros muchos, cientos de sistemas estaban ahora bajo su control absoluto, culminando el trabajo que había dirigido en los últimos años para mayor gloria del Imperio Galáctico. Todo había empezado con un accidente en un multiplicador de hiperespacio de una vieja nave veterana de las Guerras Clon que la había enviado a millones de años luz de los dominios de su galaxia y del Imperio Galáctico. Un viaje que se tardarían siglos, ahora se podía hacer en una ínfima fracción de ese tiempo. Tras el regreso de la nave el gran moff Tarkin le había ordenado hacer un estudio de viabilidad para invadir aquella lejana galaxia. Lo que al principio creía que era un castigo de Tarkin por la traición de su amigo Roy, se convirtió en el trabajo de su vida. El proyecto se convirtió en una realidad y tras la muerte de Tarkin el mismísimo Emperador Palpatine le había puesto al mando de la invasión, le había nombrado moff y finalmente gran moff con un gigantesco ejército bajo su mando.
            – Capitán, ¿cómo están las operaciones de limpieza de ese dique espacial?
            – Es una instalación muy grande, tardaremos algún tiempo. Pero por suerte sus ocupantes no han opuesto resistencia y nuestras tropas la están asegurando con rapidez – explicó este.
            – Que me informen cuando la estación esté completamente bajo nuestro control.
            – Sí señor.
            – Los prisioneros acaban de llagar, señor – le informó otro oficial.
            – Perfecto. Que pase primero el almirante.
            – Sí, señor.
            Hayes entró escoltado por dos soldados que se quedaron en la entrada. La estancia era amplia, dominada por una gran mesa, sin más decoración que un busco de mármol negro, de una figura con capucha, siniestra y amenazadora, como si estuviera observando todo lo que allí acontecía. Sentado detrás de la cual había un hombre de unos cuarenta años, con el uniforme gris verde y una mirada fría.
            – Soy el gran moff Daran, designado por el Emperador Palpatine para administrar sus conquistas en la… Vía Láctea – le presentó e indicando que se sentara. Hayes así lo hizo.
            » Sea bien venido a mi nave insignia, el Conqueror, almirante. Debo comunicarlo que estoy en proceso de ocupar la toda Federación y en el mismo tiempo estoy aniquilando a su Flota Estelar. La mayor parte de los planetas cercanos a la Tierra ya han caído: Vulcano, Andoria, Alfa Centauri. Muchos otros han corrido la misma suerte: Tarsas III, Tellar, Napea, Bynaus, Efros, Trill, Benzar, Bajor, Beta Antares, el sistema Rigel y otros están a punto de caer en mi poder: Cait, Betazed, Betelgeus. Ya hemos dado cuenta de más de doscientas cincuenta de sus bases, el resto caerán pronto. La cifra de sus naves destruidas no es definitiva, pero más de nueve mil ya han perecido. ¿Quiere que continúe?
            – No hace falta. También conozco esas cifras – respondió Hayes.
            – Entonces será mejor que vayamos al grano. Quiero que firme la rendición de la Flota Estelar. Para ahorrar vidas y sufrimiento.
            – Sabe que no puedo hacer eso – replicó Hayes tranquilo.
            – Entonces sus oficiales morirán. Sus naves serán destruidas y sus bases arrasadas, porque usted lo ha querido así, almirante.
            – Los oficiales de la Federación lucharán hasta el final. Sería inútil mi rendición. Además de que todos supondrían que ha sido bajo presiones. Por tanto no tendría valor alguno y ningún responsable se rendirá por ello.
            – ¿Entonces que más le da? – replicó Daran sonriendo de oreja a oreja.
            – No puedo, sencillamente.
            – ¿O no quiere? Por el orgullo de su flota destruida, mutilada. No haga esto más penoso de lo que ya es.
            – Entonces no siga insistiendo – replicó Hayes.
            – Quería probarlo. Para ahorrarnos trabajo, claro – dijo con un gesto de resignación –. Ahora tendré que hacerlo a las bravas.


Jupiter Station


            La esbelta nave plateada personal del general Eckener se detuvo cerca de la estación de investigación que orbitaba alrededor del quinto planeta del sistema Solar. El jefe del operativo que desde hacía años el ubictorado había desplegado para invadir aquella galaxia la observó con satisfacción. No era la primera vez que veía, ni sería la primera vez que estaría a bordo, pero ahora era suya. Estaba compuesta por dos estructuras gemelas, cada una con casco tres en forma de plato, como las secciones principales de las naves estelares, unidos entre sí por varios pasillos y en la parte superior tenían varios paneles solares para proporcionar energía secundaria. Aquel era un lugar perfecto para instalar su cuartel general: amplio, dotado de alta tecnología de la Federación, apartado pero al mismo tiempo junto a la Tierra.
            Pero había otro motivo por el que Eckener había decido ocupar aquel lugar y era la tecnología que en él se desarrollaba. La holográfica. Desde el primer día que había podido observar una holocubierta se había quedado maravillado de ella. No era como sus sistemas holográficos como los de comunicaciones, allí podía reproducir un ambiente a la perfección y con el adecuado ordenador crear personajes perfectos. Ese era el otro motivo para ocupar la estación de Júpiter: sus sofisticados ordenadores.
            Por supuesto no era la primera nave que llegaba a la estación, antes otras lanzaderas de asalto se habían ocupado de asegurar el lugar. No se había opuesto resistencia. Pidió al piloto que sobrevolara la estación antes de acoplarse en ella y este así lo hizo. De aquella manera observó con detenimiento el que se convertiría en su hogar.
            – Prepárense para acoplarse – le indicó al piloto.
            – Nos informan que ya tienen el control del transportador – indicó un técnico.
            – Perfecto entonces. ¡Energía! – indicó Eckener y poco después se desaparecía del interior del elegante yate construido en Naboo.
            El piloto miró a su compañero y le dijo que antes de que convirtieran su cuerpo en átomos, prefería que toda una manada de dewbacks le pisotearan.



Continuará…

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