jueves, 14 de enero de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 4

Los perros de la guerra
Capítulo 1.
Cuarta parte

Cientos de naves de la Flota están luchando
a las puertas de sus mundos
contra las fuerzas del nuevo enemigo
que ha atacado los dos cuadrantes de la Vía Láctea.
Andoria, Vulcano, la Tierra y Bajor
entre otros planetas…


Cardassia Prime

            Enmascarando la firma del curvatura la pequeña nave de ataque del jem’hadar no tardó en tener el mundo hogar cardassiano a alcance visual. El espectáculo que los sensores indicaban era aterrador. La única luna del planeta había prácticamente desaparecido, como si la hubieran arrancado a mordiscos una tercera parte de su masa. La onda expansiva había arrasado todo lo que se encontró por su paso, incluyendo las formidables defensas orbitales, que aparecían en la pantalla convertidos en restos retorcidos, junto a las centenares de naves del jem’hadar y los breen. La superficie del planeta mostraba daños catastróficos debido a la lluvia de meteoritos que había caído sobre ella. Una nube de polvo creada por los impactos de aquellos miles de fragmentos de lo que había sido su luna empezaba a extenderse por la atmósfera. No tardaría mucho en empezar un invierno oscuro frío.
            – Solo hay ruinas allí donde antes había ciudades – informó Seskal equipado con un visor del dominion. Damar y Garak se miraron horrorizados.
            – Muéstrame las naves en órbita – ordenó Garak que parecía haber visto pequeños destellos sobre su planeta.
            – Detecto combates – prosiguió el oficial mientras ampliaba la visión de aquellas pantallas individuales para mostrar con detalle las naves que estaban en órbita –. Diría que están disparando contra los restos de la flota del Dominion. Aún hay naves del jem’hadar y breen activas, pero muy dañadas.
            – Detengan los motores – ordenó Damar antes de que entraran en el sistema. En la pantalla que tenía frente a su ojo podía ver los fogonazos de las explosiones, cada vez más escasos y separados. La flota de su enemigo había sido diezmada por la explosión de la luna, sus naves y tropas genéticamente fabricadas habían sido eliminadas de un solo golpe. Eso significaba que el Dominion había sido vencido, ¿pero a qué precio? ¿Y qué es lo que buscaban aquellos nuevos enemigos tan sanguinarios que eran capaces de destruir un planeta entero para lograr una victoria? ¿Cuántos de los suyos habían muerto aquel día? ¿Sería su sacrificio recompensado alguna vez?
            – Estamos detectado una señal procedente de Deep Space Nine – indicó otro de sus hombres –. Están siendo atacados.


Sistema Solar, sector 001

            La maniobra para envolver al enemigo había fracasado. El ataque contra los flancos se había encontrado con una cortina de fuego que había cortado de raíz la embestida, mientras los disparos dirigidos desde aquellas grandes naves barrían una oleada tras otra. Antes de perder demasiadas naves Coburn ordenó que se detuviera y que los flancos regresaran a la formación original para reorganizarse y volver a atacar. Sobre todo cuando la cuña del enemigo había empezado a hacer efecto y empezaba a dividir sus fuerzas.
            Pero también había visto una debilidad en sus líneas defensivas y aquel revés inicial podía volverse contra su enemigo. Aunque las más grandes parecían inexpugnables y auténticos fortines erizados en armas las más pequeñas sí eran vulnerables a los phasers. Si rompían las líneas más débiles la cuña perdería su apoyo y se desmembraría, dejando a las naves más grandes indefensas al fuego de los torpedos de fotones.
            El ataque se concentró entonces en las más pequeñas que flanqueaban la cuña y durante un momento la maniobra pareció tener éxito y la línea enemiga empezó a retroceder. Las naves estelares “pesadas” se lanzaron contra la primera de aquellas grandes naves que para evitar el fuego concentrado inició un repliegue para cubrirse.
            Parecía que la batalla empezaba a cambiar de rumbo, sobre todo tras la llegada de los refuerzos con una veintena de naves de la 4ª Ala de Ataque procedente de Alpha Centauri, que no solo remplazarían otras dañadas o destruidas, sino que darían un impulso al combate.
            Entonces justo detrás del grueso de las naves de la Flota apareció otra formación enemiga salida de la nada. A Coburn se le heló la sangre al verla: estaba formada por una nave que medía 19 kilómetros de largo y se estaba aproximando escoltada por cuatro más de aquellas, que a su lado parecían empequeñecidas naves de mil seiscientos metros. Estaban rodeados.


Deep Space Nine

            Mientras la fuerza de ataque principal se encargaba de aniquilar a la Flota Estelar un grupo de combate se separó para dirigirse hacia Deep Space Nine. Estaba formado por cuatro naves pequeñas y decenas de lanzaderas armas y cazas.
            – Armen torpedos y phasers – ordenó Kira con la mirada clavada en la pantalla. A lo largo de su vida se había enfrentado a numerosos enemigos: cardassianos, klingons, el Dominion y a un sin fin de razas cuyo nombre no podía recordar. Pero era la primera vez que tenía que luchar contra una nave de semejante tamaño y aunque confiaba en aquella estación y su dotación, sentía inquietud.
            Rápidas y maniobrables las lanzaderas armadas y los cazas se acercaron cubiertos por las salvas de las otras naves enemigas.
            – Concentren el fuego contra las más grandes. Que los phasers lo hagan sobre el resto – ordenó Kira. Los soportes de los phasers planetarios con que la estación estaba dotada se elevaron de la estructura y los pilones de atraque, así como los lanzadores de torpedos giratorios. Los primeros disparos de los torpedos hicieron retrocedes al enemigo al límite de sus armas, mientras los phasers iban acabando sin dificultad con los cazas y las otras lanzaderas de asalto. Aun así la estación se encontraba en el radio de acción enemigo y bajo un fuego concentrado de armas de energía.
            – ¡Los escudos están al sesenta por ciento! – informó otro técnico.
            – ¡Apaguen todos los sistemas no vitales de la estación! – ordenó Kira que no podía creer que los escudos se absorbieran tan rápidamente.
            – Detecto más objetos aproximándose… – indicó otro técnico –. Desde Bajor.
            – Bien, que se ocupen de esos malditos bastardos.
            Las naves de ataque bajoranas bordearon la estación y pronto empezaron a hacer mella entre los cazas que se reagruparon alrededor de las naves más grandes. Parecía que la lucha había quedado en tablas.
            Kira concentró el fuego bajo las naves mayores cuyo casco de proa estaba formado por dos secciones alargadas iguales, hasta que se colapsaron sus escudos y estalló envuelto en una bola de fuego.
            Pero en ese momento apareció por detrás del enemigo una de las gigantescas naves en forma de triangular, que se había descolgado de la batalla contra la Flota Estelar. Mostrando su blindada panza para que absorbiera los impactos de los torpedos, mientras se acercaba a la estación seguida del resto del grupo de ataque. No tardó en inclinarse y empezar a disparar sobre los escudos con las armas iónicas. Estos se colapsaron, extendiéndose por el resto de sistema la carga últraconcentrada de iones que fundieron los sistemas.
            Escoltadas por los cazas varias lanzaderas largas y rectangulares dejaron la protección de la nave y se aproximaron a la estación. Estas se posaron sobre el casco y se abrieron una serie de portezuelas desde donde empezaron a salir cuarenta soldados equipados con escafandras de asalto Cero-G. Se dirigieron hacia diferentes puntos de la estación y con sopletes de plasma empezaron a abrir agujeros en el casco.


USS Wounded Knee

            Una de las consolas estalló por detrás del capitán, que se agachó instintivamente para evitar la onda expansiva, aun así notó el calor sobre su nuca. A su lado el primer oficial no lo logró y ahora yacía en el suelo inconsciente.
            Otá'taveaénohe miró la pequeña consola que tenía en su sillón, la parrilla de energía de su nave fluctuaba como un barco pequeño en medio de un tifón, los escudos estaban cada vez más débiles y la cohesión estructural empezaba a estar afectaba, mientras que los daños se multiplicaban por toda la nave. Alzó la vista hacia la pantalla principal: la armada estaba siendo aniquilada ante sus propios ojos. Completamente rodeados eran presas fáciles para aquellas grandes naves y sus armas de iones. En ese momento pudo ver como la Destiny, la nave de su vieja compañera de la academia la capitana Rayner, se desintegraba bajo el fuego enemigo. Coburn y el Sovereing hacía tiempo que también habían sido destruidos, así como muchas otras naves. La última vez que había visto aquello había sido en la batalla contra el Borg hacía dos años, justo antes de la llegada de la Enterprise de Picard. Pero ahora sentía que no había salvación de última hora. Ante sus ojos una flota de 476 naves estaba siendo aniquilada. Ahora tan solo se luchaba para sobrevivir. Y ya era hora de irse de aquella ratonera.
            Se apartó el pelo que le caía por encima de los ojos y se arrodilló al lado de su primer oficial. Tras comprobar que ya empezaba a volver en sí, ordenó que se lo llevaran a la enfermería y se dirigió hacia la estación táctica.
            – ¡Los escudos están a punto de colapsarse! – informó su ingeniero jefe a través del comunicador.
            – Necesitamos salir de aquí – le dijo a su oficial táctico situándose a su lado.
            – Nos han bloqueado todas las direcciones – le replicó este señalando su pantalla donde mostraba la posición de la armada y de sus enemigos. Otá'taveaénohe conocía a Malcolm desde que había sido asignado a la nave como miembro del departamento de seguridad recién saludo de la Academia. Había sobrevivido a diversos equipos de misión y se había convertido en un táctico brillante, aun así en ocasiones necesitaba que le inspirara.
            – Ha de haber una salida – insistió el capitán.
            – La Thomas Paine ha intentado flanquear por aquí, pero ha tenido que retroceder muy dañada, pedía ayuda hace un momento para poder evacuar a su tripulación.
            – ¿En qué situación se encuentra esta nave? – preguntó Otá'taveaénohe, conocía al capitán Rixx de una misión diplomática en Epsilon Ashanti III que al final se había complicado y habían tenido que apoyarle. Era uno de los mejores oficiales de la Flota y si había intentado un ataque no había sido por casualidad.
            – Detecto fluctuaciones en su parrilla de energía, sus escudos están debilitados.
            – Creo que ha llegado el momento de atacar antes de que llenen el hueco – dijo Otá'taveaénohe señalando el punto en que el Thomas Paine había intentado el ataque. Era una de aquellas grandes naves, la cual parecía retroceder –. Abra los canales de la flota.
            » Aquí el capitán de la Wounded Knee. Me dispongo a atacar un punto de la formación enemiga para abrir una brecha y poder escapar. Prepárense y síganme.
            » Evacuen a toda la tripulación de la sección de ingeniería y la parte inferior del plato, carguen los torpedos de fotones y desvíen toda la potencia a los escudos.
            » Cuando pasemos junto a los restos de la Paine intente recoger a los supervivientes – ordenó Otá'taveaénohe a su oficial de operaciones, mientras otra explosión hizo zarandear toda la nave.
            – Sí señor – replicó este.
            – Han contestado algunas naves, señor – le informó su oficial táctico.
            – Bien, prepárense – dijo Otá'taveaénohe desde su silla. Otra explosión le hizo zarandearse mientras se encaramaban contra aquel monstruo de mil seiscientos metros de largo –. Abran fuego a mi marca.
            La Wounded Knee viró y empezó a acelerar seguida por varias naves que estaban cerca de su posición. La maniobra no pasó desapercibida y el enemigo empezó a disparar contra la pequeña formación de ataque, alcanzando a la Livingston que se había puesto a su lado para cubrirle el flanco, pero estaba muy debilitada y los impactos la convirtieron en una bola de fuego. Aun así el ataque no iba a ceder; la superestructura de la nave enemiga se estaba acercándose cada vez más en la pantalla del puente mientras su capitán controlaba la distancia en la pequeña consola de su silla.
            – ¡Fuego! – ordenó cuando estaba justo encima. Una hondonada de torpedos salió disparada contra la torre de mando que la alcanzó de lleno. Las dos esferas superiores se convirtieron en dos bolas de fuego y la estructura central también fue alcanzada destruyendo el puente y dejando la nave sin control.
            La Wounded Knee saltó por encima de esta, seguida de cuatro naves estelares más, aceleraron y se alejaron acelerando a velocidad de curvatura.


USS Defiant

            La batalla estaba perdida. Las fuerzas destinadas a defender DS9 y Bajor estaban siendo aniquiladas: la mayoría de las naves estelares habían sido destruidas o estaban tan dañadas que poco les faltaba. Mientras que Deep Space Nine había sido asaltada y se luchaba en su interior.
            La Defiant recibió un impacto directo que la hizo sacudir violentamente, varias estaciones del puente estallaron incluyendo la de ingeniería, lanzado por los aires al jefe O’Brien.
            – ¡Nos hemos quedado sin escudos! – indicó Worf.
            – ¡Maniobras de evasión! – ordenó Sisko –. Señor Nog aléjenos de la batalla.
            – ¡Una nave se ha colocado justo detrás de nosotros! – informó este –. ¡No puedo quitármela de encima!
            Otra violenta explosión hizo que Sisko saliera despedido de su silla, golpeándose y perdiendo el conocimiento. La mesa de situación estalló mientras el humo saturaba el ambiente y un incendio se propagaba por la parte trasera del puente.
            – ¡Perdemos potencia del reactor! – continuó Nog desesperado –. ¡Otro disparo y nos destruirán!
            – Maniobra de evasión Alfa-Vega – ordenó Worf –. ¡Ahora!
            Nog movió los dedos sobre el tablero del piloto casi instintivamente justo cuando un disparo atravesaba la posición donde la Defiant estaba.
            – Active sistema de ocultación – prosiguió el klingon con frustración. Era la única manera de sobrevivir a aquella batalla perdida.


San Francisco, la Tierra

            Los laboratorios estaban en silencio. Los técnicos ya se habían marchado, los ordenadores estaban desconectados, la mayoría los habían dejado inservibles y en el resto simplemente no quedaba ningún tipo de información. Aquel escenario se repetía en todo el Centro de Investigación de Comunicaciones situado en la zona de rascacielos de la ciudad, así como en muchos otros puntos de la Tierra.
            No era la primera vez que la Tierra era atacada, pero aquella situación era especial ya que no se sabía lo que iba a ocurrir una vez finalizara la batalla. Si fueran el borg uno contaba con la asimilación de toda la población, pero en aquel momento no se sabía exactamente ni quien estaba atacando. Harkins había tenido acceso a diversas comunicaciones enviadas desde diferentes puntos de la galaxia y las posibilidades iban desde bombardeos orbitales masivos, como en Qo’noS, hasta un desembarco de tropas de ocupación como en Tarsas III. Pero por lo menos su familia se encontraba a salvo y él estaba a punto de ser evacuado, tan solo faltaba uno de sus hombres, el cual había ido a su casa a recoger una cosa muy importante. Una vez regresara serían transportados.
            Las puertas se abrieron y apareció el teniente Barclay: en sus brazos llevaba un gato de angora blanco.
            – ¡Señor Barclay! ¿Esto era eso tan importante que no podía dejar? – le reprendió Peter Harkins a uno de sus hombres en el proyecto Pathfinder. Hacía poco que lo habían trasladado con excelentes recomendaciones desde su último destino. Y al principio, debido a su timidez y excentricidad, pensó que la Enterprise se lo había sacado de encima con aquellos elogios para su ingeniero. Pero tenía que reconocer que había demostrado ser imaginativo y nada convencional a la hora de resolver los problemas. Se obsesionaba mucho con los detalles y tenía la manía de simular todo en la holocubierta y el trabajo en equipo no era lo suyo. Pero cuando se lo proponía era capaz de resolver cualquier problema, incluso allí donde otros habían fracasado.
            – ¡Oh, oh!, lo… lo lamento… – balbuceó este encogiendo los hombros –. Nelix es como, como de mi familia. No podía dejarle. Lo lamento yo…
            – Ahora ya está hecho – le interrumpió Harkins con un ademán. Miró a su alrededor y se preguntó cuándo volvería a estar de vuelta en la Tierra. Resignado presionó su comunicador –. Aquí comandante Harkins, dos para transportar… y un gato. ¡Energía!
            Segundos después el laboratorio se cubrió de una neblina gris hasta que desapareció tras esta. Luego esta volvió a desvanecerse, apareciendo ya en una sala de transporte de una nave estelar.


            – El comandante Harkins informa que todo su personal ya está a bordo, señor – indicó el primer oficial del Hood.
            – Perfecto. ¿Ya han acabado de transportar todo su material? – preguntó DeSoto sin apartar la vista de la pantalla.
            – Así es señor, ya lo tenemos todo – replicó este, que se había encargado de distribuir aquella ingente cantidad de material por las bodegas, los hangares y cualquier rincón de la nave capaz de almacenar el equipo. Además de personal y las familias del Centro de Investigación de Comunicaciones y del Departamento Técnico de la Flota en Kenia, junto a diversos dispositivos de los almacenes del Monte Yamantau en los Urales. Al que tenía que sumar todo el personal evacuado que no solo correspondía a los miembros de la flota, sino también a sus familias. En aquel momento el Hood estaba literalmente por encima de sus capacidades de evacuación: todas las cabinas estaban ocupadas y muchas de ellas compartidas. Algunos laboratorios se habían convertido en dormitorios colectivos, así como los gimnasios y la mayoría de las áreas de recreo. Doce mil seres y toneladas de material sobrecargaban la veterana nave estelar.
            – Envíe un saludo personal a los capitanes del Gandhi y la Bozeman – ordenó entonces DeSoto, rompiendo por primera vez el silencio de radio con otras naves –. Y que se preparen para seguirnos.
            – El capitán Teron-Iyero del Gandhi y el capitán Bateson de la Bozeman devuelven sus saludos – informó el oficial de comunicaciones.
            – Alférez, ponga rumbo 263-76 – le ordenó al timonel.
            – Sí señor – replicó este introduciendo las coordenadas en su consola –. Abandonamos la órbita a la Tierra.
            En el puente del Hood se produjo un silencio sepulcral mientras en la pantalla la esfera azulada se apartaba hasta desaparecer, mostrando entonces tan solo el inmenso espacio negro cubierto de estrellas. A partir de aquel momento nadie sabía lo que iba a ocurrir, su futuro era incierto y misterioso.
            El crucero Excelsior se alejó despacio de la órbita terrestre, pero no era la única. Cientos de pequeñas naves abandonaban también la Tierra. La noticia de la pérdida de la batalla se había extendido con rapidez y ante la inminente invasión emprendían la huida. Detrás de él aquellas naves, pequeños transportes, yates privados, cruceros de recreo cargados de refugiados, así como otras naves de la Flota huían de la incertidumbre que planeaba sobre la Tierra.


Continuará…

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